Cartas a Ennio Morricone – Film Music World

Hoy se cumple una semana desde que perdimos al legendario Maestro Ennio Morricone, y en SoundTrackFest queríamos hacer algo especial para honrarlo.

 

La semana pasada levantamos el teléfono (o el correo electrónico 😄), y 29 profesionales del mundo de la música de cine respondieron a la petición de SoundTrackFest para escribir algo personal sobre él: compositores, directores de orquesta, arreglistas/orquestadores, productores…

 

Y vamos a deciros algo… Cuándo les pedimos que escribieran una página sobre el Maestro Ennio Morricone… ¡Se subieron a bordo de este tributo sin pensárselo dos veces! ¡Y en algunos casos, habiéndoles contactado sólo hace unos pocos días! Su asombrosa respuesta era siempre la misma… “Será un honor hacerlo. Morricone fue una gran influencia para mí. ¿Para cuándo lo necesitas?

 

Esta actitud deja muy claro lo que el Maestro Ennio Morricone significaba para la comunidad del mundo de la música de cine. Y hoy, con este humilde homenaje, este grupo de profesionales ha querido enviar sus propias ‘Cartas a Ennio Morricone’.

Cartas a Ennio Morricone - Film Music World

 

Muchas gracias a todas las personas que han colaborado contra-reloj, para hacer realidad este ambicioso artículo especial, probablemente el más ambicioso que hayamos llevado a cabo nunca: Alberto Torres, Arnau Bataller, Arturo Cardelús, Carlos M. Jara, David Hernando, Diego Navarro, Erik Ochsner, Federico Jusid, Francisco Cuadrado, Gary Marlowe, Iván Capillas, Iván M. Lacámara, Iván Palomares, Javier Quilis, Joseba Beristain, Josué Vergara, Leigh Phillips, Luis Ivars, Manel Gil-Inglada, Manel Santisteban, Marc Timón, Marco Valerio Antonini, Michiel de Boer, Mikael Carlsson, Pascal Gaigne, Pawel Gorniak, Sergio Moure de Oteyza, Vanessa Garde, y Zacarías M. de la Riva. Y unas gracias muy especiales para Diego Ruiz Exposito por el póster y los gráficos. 🙏🎶💓🎶🙏

 

Alberto Torres

Músico y compositor de música para cine, TV y publicidad

Arnau Bataller

Compositor de música para Cine y TV

Arturo Cardelús

Compositor

Carlos M. Jara

Compositor

David Hernando

Director de Orquesta y fundador de la BSO

Diego Navarro

Compositor y Director de Orquesta

Erik Ochsner

Director de Orquesta

Federico Jusid

Compositor

Francisco Cuadrado

Compositor y diseñador de sonido

Gary Marlowe

Compositor y productor

Iván Capillas

Compositor, director de orquesta y profesor de Film Scoring

Iván M. Lacámara

Compositor de Bandas Sonoras

Iván Palomares

Compositor y Director de orquesta

Javier Quilis

Compositor de música

Joseba Beristain

Compositor de música de cine

Josué Vergara

Compositor y productor musical

Leigh Phillips

Compositor y orquestador

Luis Ivars

Compositor y Miembro de la Junta de ECSA

Manel Gil-Inglada

Award-Winner Film Composer

Manel Santisteban

Compositor

Marc Timón

Compositor y Director de Orquesta

Marco Valerio Antonini

Compositor de música de cine italiano basado en Los Ángeles

Michiel de Boer

Director de orquesta y orquestador

Mikael Carlsson

Compositor y productor

Pascal Gaigne

Compositor

Pawel Gorniak

Compositor para cine y TV

Sergio Moure de Oteyza

Compositor de bandas sonoras

Vanessa Garde

Compositora para audiovisual

Zacarías M. de la Riva

Compositor y fan absoluto de Ennio Morricone

 

CARTAS AL MAESTRO ENNIO MORRICONE

Morricone es uno de esos músicos que me ha volado la cabeza varias veces a lo largo de mi vida. Siempre me pareció lo más rock `n´ roll que puede ser un tipo con una batuta en la mano. Forma parte de mi santuario musical junto a Bowie, Bach, Morente, Dylan, Goldsmith o Radiohead. Su música, sin duda, tiene mucha culpa de que yo me dedique a esto.

Descubrí su obra poco a poco y de una manera absolutamente errática. Ví La Misión siendo un adolescente y la banda sonora me fascinó. Luego alguien pensó que era buena idea utilizar el tema de Gabriel en las misas de mi colegio de curas (a quienes he de agradecer mi ateísmo), y me dejó de interesar. Por aquel entonces, nada podía competir con Kurt Cobain y las fugas de Bach.

Ya en la universidad, andaba con ganas de despegarme del conservatorio y hacer otras cosas cuando un buen amigo del colegio mayor, me pasó unas pelis del oeste con cierta aura de culto. Así, con mucho humo y nocturnidad, descubrí la Trilogía del dólar. Y ahí empezó el amor. Y llegó de la mano de los lugares comunes (que cuando tienes veinte años, ni sabes que lo son ni te importa): Cinema Paradiso, Novecento, Los intocables, Érase una vez en América… Fui escarbando y resultó que por la videoteca de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complu aparecían pelis de Corbucci, Sollima, Pasolini, el Giallo, Átame o frikadas maravillosas como L´Humanoide

Luego empecé a estudiarlo: su maestría como guionista musical (a la que recurro a menudo en mis clases), el amor por el ajedrez, su inteligencia melódica, la ética del trabajo, la brillante innovación tímbrica, la militancia en el Partido Comunista italiano… Lo que me hizo caer rendido fue descubrir sus inicios como arreglista de canciones de pop melódico (incluso le fabricó un hit a Mina, Sa telefonando) y su pertenencia al grupo de música de vanguardia italiana por excelencia: el Gruppo di Improvvisazione Nuova Consonanza. Formado en 1964 en torno a la figura de Franco Evangelisti, Morricone se incorporó en la segunda formación del proyecto y grabó en todos sus discos como trompetista y miembro de pleno derecho. Se trataba de un grupo de compositores-intérpretes que improvisaban influenciados por los trabajos de Cage, Stockhausen y todo lo que oliese a vanguardia en aquellos años 60s. La experimentación tímbrica a través de instrumentos electrónicos o acústicos “preparados”, la libertad formal y los coqueteos con la música popular y tradicional se convirtieron en un caldo de cultivo excepcional para las sonoridades y los procesos que Morricone aplicaba en sus bandas sonoras.

Cartas a Ennio Morricone - Film Music World - Alberto Torres - Gruppo di Improvvisazione Nuova Consonanza

Pero no sólo en sus bandas sonoras, ya que Morricone cuenta con una producción de música absoluta muy interesante y alejada de su cinematografía donde reina la atonalidad, la experimentación tecnológica o la aleatoriedad. Hablo de trabajos como Suoni per Dino, Prohibito, Cadenza, Fluidi o Totem… sin olvidar sus Estudios para piano o la Misa Papae Francisci.

Fui a verle tocar a París en noviembre de 2018. Me quedé a 5 personas de entrar en la master class que ofreció un día antes en la Cinémathèque (después de aguantar estoicamente con mi chica dos horas de cola a la intemperie). En mayo de 2019, volví a verlo en el Palacio de Deportes de Madrid. Tratamos de organizarle, junto a Gonzalo de Pedro, una master class en la Cinemateca pero resultó imposible cuadrar fechas. En realidad, nos moríamos de ganas de conocerlo.

Ya no podrá ser. Su vida terminó. Pero Morricone será eterno.

Gracias Maestro.

Alberto Torres compone música para cine, TV y publicidad

Milita en diversos proyectos de pop indie, electrónica o flamenco experimental

(Mechanismo, Vallellano & The Royal Gipsy Orchestra o p.a.r.a.d.i.s.o.)

http://albertotorres.tv/

PD: Adjunto Playlist de Spotify con los temas y películas del artículo.

https://open.spotify.com/playlist/0L8FYJdYkEFL3NUlipt3Cu?si=zAh0-G32TPGEFz7eszEtZA

Recuerdos de Morricone

Con la muerte de Morricone te das cuenta de que “compartir” con los demás a “tu” compositor, el que te ha acompañado en tantos momentos de vivencias personales y únicas, no es fácil. Descubres que no eres el primero que ha disfrutado con su música y que no serás el último que descubra su cine. Aunque todos tenemos a nuestro Morricone particular, hoy más que nunca entiendes qué significa ser un compositor universal, qué significa ser reconocido en vida y qué significa estar tranquilo de que tu nombre seguramente pasará a la historia del cine y a la historia de la música del S. XX con mayúsculas.

¿Por qué Morricone es mío y de nadie más? Porque para mí Morricone significa viajes largos de verano con mi familia a los Pirineos escuchando una y otra vez sus grandes éxitos para los Spaghetti Western. Tener 6 años, subirte al coche de camino a unas vacaciones de camping en la montaña y a los 5 minutos de salir de casa: “¿ponemos La Muerte?” Nuestros viajes de verano eran largos trayectos, sin aire acondicionado, pero por suerte con radiocassette: y de todas las cassettes que podrían haberse reproducido (chistes de Arévalo, las canciones de Camela o los grandes éxitos de Cecilio por citar algunos hits de las gasolineras de la época) tuvimos la suerte de que mi padre compró “Grandes Éxitos de Ennio Morricone, La Muerte tenía un precio y otros…” Así que los primeros recuerdos conscientes que tengo de una banda sonora fueron los timbres que el genial compositor creó para este género. Más adelante se uniría a la colección del coche otro cassette mítico para mí: la BSO de La Historia Interminable…pero eso es otra historia.

Quiero pensar que tantas horas de repetición de melodías pegadizas, motivos icónicos, progresiones armónicas cortas y sencillas pero con mucha fuerza, y timbres nuevos, se quedaron incrustados, de alguna manera, en mi pueril cerebro y que en mayor o menor medida me han influido a ser quien soy como compositor.

Mi relación con Morricone no acaba con los recuerdos de infancia. En mi segundo largometraje, Herois, dirigido por Pau Freixas, había una escena de duelo bajo el sol entre pandillas de niños. Para la escena grabamos una música que claramente hacía homenaje al “Bueno, el malo y el feo” dándole un tono épico a la vez que cómico a la escena.

Además de estos recuerdos, de Morricone me quedo con su gran sentido de la melodía y la fuerza de su harmonía. Me quedo con la búsqueda del timbre a través de la incorporación de instrumentos ajenos a la tradición clásica. Me quedo con su mezcla de vanguardia y música popular, de textura atonal y melodía, de su eclecticismo, de su facilidad para trascender la película, de su integridad como creador, de su capacidad para generar nuevos lenguajes sonoros, pero sobre todo, me quedo con su pasión, amor  y rigor por el trabajo bien hecho.

Arnau Bataller

Compositor de música para Cine y TV

https://arnaubataller.com/

Fue un absoluto gigante, un artista único que marcó nuestras vidas para siempre.  Podría escribir un libro alabando sus virtudes pero me voy a centrar en la que más admiro: Morricone siempre sonaba a Morricone. No importaba el estilo, la instrumentación, las necesidades de la película; su música siempre tenía ese sello inconfundible, siempre era suya.

En tiempos del “una buena banda sonora es aquella que pasa desapercibida”, es especialmente difícil despedirse de Morricone. Con él se va una manera de contar historias que puede que no vuelva. Películas donde la música era una parte esencial del guion, melodías eternas… ¿Alguien puede ver Cinema Paradiso y no reparar en la banda sonora?

Me cuesta mucho elegir una sola obra pero si tuviese que hacerlo sería Érase una vez en América. Es imposible entender esa película sin su música. El tema de Deborah es seguramente la pieza de música de cine que más he escuchado.

Gracias maestro por todo lo que nos has dado. Tu música seguirá marcándonos el camino.

Arturo Cardelús

Compositor

https://www.arturocardelus.com/

Morricone es…

Me encuentro escribiendo estas palabras mientras escucho la obra del maestro. Aquel que nos ha dejado y de quien de ahora en adelante, como es esperado, hablaremos en pasado. Pasaremos de decir “es” a decir “fue”. Pero si hay algo con lo que podamos calmar la tristeza que acompaña su pérdida es sin duda con su propia obra. Bastará con escuchar su música, o ver una película en la que trabajó. Eso es el poder que nos brinda su arte, que podemos volver a visitarlo a nuestro antojo.

En mi caso, como compositor, puedo escudriñar sus partituras. De esta forma empecé a ver ya desde que era un niño, que aquellas notas no estaban puestas de forma azarosa, si no que había una gran sabiduría detrás de cada trazo. Morricone ha sido para mí una de las mayores influencias contemporáneas. Y sigue siéndolo, pues aunque empecé a estudiarlo ya de pequeño, mis conocimientos musicales están aún lejos de poder apreciar todo la maestría que hay presente en su música. Es por eso que se le llama, y con razón: Maestro.

Y recientemente ha venido a mi memoria ese viaje que hice en 2016 a Roma, para verle en concierto. No realicé ese viaje solo, sino que lo hice con Alfonso Cortés Cabanillas, director de la película “Sordo” un western al que tuve el placer de poner la banda sonora. Recuerdo la de veces que Alfonso y yo nombramos a Morricone en la concepción de la banda sonora, pues al ser un western, fue intencionado el hacerle un homenaje. Si Morricone hubiera escuchado dicha banda sonora no creo que se hubiera reído, pero por supuesto lo habría visto como el trabajo de un niño. Y desde luego así debe ser. Pero quiero guardarme el recuerdo de que tuve la oportunidad de verle, y que tuve la oportunidad de hacerle un homenaje de la mejor manera que pude.

Creo que podemos sentirnos afortunados por haber vivido en su misma época. Y parafraseando a Ulises en la Ilíada […Porque los hombres se elevan y caen como el trigo en invierno, pero estos nombres nunca morirán. ¡Que digan que caminé con gigantes! Que digan que viví en los tiempos de Morricone…]

Pero recordemos nuevamente la fortuna que tenemos, y que solo de forma presencial nos ha dejado el maestro, para unirse al olimpo de los compositores donde sin duda tiene su lugar. Y que podemos volver a vivir con él con nuestros oídos, nuestro espíritu y nuestro corazón, tan solo pulsando “play”. Y de esa forma siempre podremos decir: “Morricone ES…”

Carlos M. Jara

Compositor

https://solfamiredios.com/

La misión de Ennio Morricone

La música para el cine, y otros medios audiovisuales, ha sido siempre la gran olvidada. La música siempre ha estado con las “imágenes”; desde Egipto o la Antigua Grecia estuvo allí acompañando. En realidad la música solamente para escuchar es un “invento” bastante reciente, unos 300 años nada más.

Ennio Morricone ha sido uno de nuestros mejores compositores, no voy a decir compositor de música de cine, sino compositor. No hay ninguna duda de su gran capacidad para inventarse y reinventarse durante su larguísima carrera, llena de grandes obras maestras. Es encomiable su convicción ante su trabajo y su vida: nació y murió en Roma porque es lo que quiso, no le hizo falta estar en Hollywood, ni moverse en su glamur para trabajar con los mejores directores y grandes películas. En su trabajo siempre fue por una línea diferente al resto: buscando siempre algo nuevo.

Me gustó siempre su concepto de la tradición, tuvo una educación tradicional, una excelente preparación musical, su mujer, su familia, sus nietos y su trabajo. Era un artesano de la música, aprendiendo de sus maestros y aprendiendo toda la vida. La música siempre será música y nuestra música viene de donde viene, no es posible hacer trampas y saltarse pasos, si no sabes leer y no lees mucho, no podrás escribir una gran novela, y en la música de Morricone siempre podemos encontrar esta tradición sin trampas.

Yo descubrí a Morricone en el 89 con “La Misión”, seguro que habría escuchado alguna otra banda sonora pero no recuerdo. En esta fecha ocurrió el asesinato de 5 sacerdotes jesuitas en el Salvador, juicio que sale precisamente ahora, 30 años después. Yo por entonces estaba estudiando bachillerato en un colegio de jesuitas en Valladolid y fue una auténtica conmoción. Alguno de ellos había estado en Valladolid en nuestro colegio. En esa época, como siempre, los jesuitas estaban siendo muy críticos en toda Latinoamérica y por eso un grupo de militares los asesinaron. Los padres jesuitas decidieron entonces que la mejor forma de que entendamos la situación es llevarnos a ver una película: La Misión, que en definitiva narra la misma historia, ocurrida hace varios siglos antes.

Yo por entonces ya llevaba muchos años estudiando música, ya dirigía coros, tocaba varios instrumentos, e incluso tocaba en la orquesta del colegio, así que ya la música era mi gran pasión. Yo creo que la película de lo que habla es de la comunicación a través de la música, algo que fue históricamente real. La música es la que permitió acercarse a los pueblos indígenas, ya que eran completamente reacios a tener un contacto con el mundo occidental. Con el tiempo se descubrió que tenían un gran talento para la música y según dicen las crónicas de la época, en las iglesias de la selva se podía escuchar música con la misma calidad que en la propia Roma. Incluso hubo compositores como el jesuita hispano-italiano Doménico Zipoli que trabajó en esta zona.

El elemento clave de La Misión es la música. No es de extrañar que, según he leído ahora, era la película favorita de Morricone. Hoy en día me sigo emocionando con ella por todo lo que significa y significó en mi vida: la música como un medio de comunicación, una historia de desigualdad que sigue existiendo, lucha por el poder, diferentes visiones para solucionarlo… y la música para el cine, algo con lo que soñé dedicarme, y a lo que me estoy dedicando en la actualidad grabando bandas sonoras con los mejores compositores del mundo.

Morricone y su música estarán siempre en nuestros corazones, porque la imagen llega a nuestros ojos, pero la música llega directamente a nuestra alma: nuestro corazón.

David Hernando

Director de Orquesta y fundador de la Bratislava Symphony Orchestra

https://www.davidhernando.eu/

http://www.bso.sk/

Va por ti, querido Maestro

Han pasado sólo unos días, una semana, y aun continúo impactado tras conocer la desaparición del enorme Ennio Morricone. Por fortuna, nos deja un legado extraordinario, a la altura del excelso artista que fue. Para mí representa la cumbre absoluta en lo referido a la música para al audiovisual. A nivel personal, y pese a no haber tenido la dicha de conocerlo en persona, siento que se ha ido alguien muy cercano, como de la familia. Ha sido tanto lo que he escuchado y estudiado su música, disfrutada compás a compás que, de alguna manera, siento que lo llegué a conocer “por dentro”.

Descubrí a Morricone de niño, y reconozco que él tiene buena parte de la responsabilidad de que hoy día sea compositor de música para el cine. Desde mi punto de vista, como artista, el sentimiento de búsqueda continuo debe de ser la actitud que prevalece en el día a día del creador. En este sentido, Morricone representa un ejemplo absoluto. No hay más que detenerse a escuchar su música, para comprobar como siempre estaba en plena evolución. No podía ser de otra manera, leal a su sello, a un estilo y sonido propio que lo definía como compositor. De Morricone siempre me impresionó la construcción e increíble belleza de sus melodías. Sus maravillosas orquestaciones eran efectivas, perfectas, sencillas en su mayoría, pero escritas en proporción áurea. Si cambiabas algo, la pieza comenzaba a cojear.

He de reconocer que, posiblemente, haya sido el compositor que más me ha llegado a emocionar. Su música consigue viajar hasta tu alma, y adherirse a ella. Recuerdo perfectamente el enorme impacto de cuando vi por primera vez en el cine “Cinema Paradiso”. El choque emocional fue tremendo. Aun hoy, cuando la escucho, me estremezco. No importa la cantidad de veces que lo haga. Siempre, la partitura genera el mismo efecto. Es, a día de hoy, una de mis películas y bandas sonoras favoritas de todos los tiempos. He puesto sólo un ejemplo, podría escribir páginas citando y analizando sus trabajos.

Ennio Morricone representa la cumbre absoluta de un arte. Como compositor, el autor romano ha ejercido una profunda influencia en mí. El hecho de que la orquesta fuera la paleta sobre la que dibujar su música, no lo convierte en un compositor de la vieja escuela o, como en alguna ocasión he llegado a leer, “old fashioned” para todos aquellos que, a día de hoy, continuamos escribiendo música orquestal. Siempre me ha parecido una tremenda sandez esta afirmación. Un completo sin sentido. También me niego a aceptar que, tras su desaparición, termina una época. Se nos ha ido un genio de la música para el cine irrepetible, pero su legado prevalece en todos aquellos compositores que hemos adorado y crecido artísticamente a través de su música, y que seguimos defendiendo un modelo que continúa y continuará estando vigente.

El compositor tuvo una vida plena. Vivió de su arte, creó junto a su mujer una preciosa familia, compuso y dirigió su música hasta una avanzadísima edad y, finalmente, se nos fue. Nos deja una herencia artística inconmensurable que perdurará en el tiempo, y que se convirtió en leyenda antes si quiera que su creador nos dejara. El maestro continuará vivo a través de su obra, por siempre.

Diego Navarro

Compositor y Director de Orquesta

https://diegonavarroreyes.com/

Gracias por hacerme llorar tantas veces

…la intensidad aumenta, el crescendo se cuela, espera un poco y luego….*BOOOOMMMM* suena el gran timbal seguido de una majestuosa trompeta.

Yo era un estudiante de primer año en la Universidad de Dartmouth y mi clase de inglés estaba leyendo un libro de Annie Dillard. Describía un paseo por un campo, donde se puede ver un árbol en su totalidad, y de repente, en un abrir y cerrar de ojos, el árbol pierde todo su color a medida que las aves migratorias emprenden el vuelo. De alguna manera, la memoria musical y esta literatura recién encontrada se cruzaron en mi cerebro, y escribí un artículo sobre cómo el imaginario es connotativa. A medida que leemos y experimentamos cosas nuevas, nuestra reacción se basa en nuestras experiencias pasadas, las de nadie más. Las artes son personales, internas, emocionales, y crean una experiencia connotativa única para todos nosotros. Una nueva pieza de música o una nueva pintura o una escultura abstracta – todos tendremos nuestra propia y única interacción con ella. La vemos, la sentimos y la entendemos de manera diferente.

Con la música de una película, el compositor y el director de la película nos llevan hacia una emoción. Nos instruyen sutilmente, o a veces, no tan sutilmente, cómo sentir. Una propuesta fascinante para un compositor, ¿no? El director discute con el compositor cómo debe sentirse el público durante esta y aquella escena. ¿Cómo lo logra un compositor? Deben buscar sus propias emociones para llegar a nuestras emociones, y Ennio Morricone era un genio en saber cómo hacer exactamente eso.

Una de mis bandas sonoras favoritas de Morricone es La Misión. La primera pista “On Earth as it is in Heaven” nos cuenta la historia en unos 4 minutos. La historia, más o menos, sigue a un sacerdote español mientras viaja a Sudamérica «para convertir a los salvajes» en cristianos. Primero, Morricone usa la inspiración de siglos de música litúrgica, incluyendo la iglesia española – por ejemplo «Sancta Maria Succurre Miseris» de Tomás Luis de Victoria. Poco después de escuchar las cuerdas, el clavicémbalo y el coro clásico, se nos presenta el sonido del oboe del sacerdote Gabriel, pero además de esto, Morricone añade el sonido de un grupo menos «sofisticado» de coristas y bateristas. Ahora ha logrado el paisaje sonoro de la iglesia clásica y de los nativos de Argentina. Esto es perfecto: el pulido «vs.» el crudo. El genio de Morricone. Este tema siempre me pone la piel de gallina y me hace llorar.

El mundo entero reconoce los temas de El Bueno el Feo y el Malo y Cinema Paradiso, pero las grande y conmovedoras melodías de Malena, o Hamlet, o Lobo, o Bugsy, o los comerciales de Dolce y Gabbana con Sofía Loren! Ennio era un compositor camaleónico, capaz de crear una nueva paleta de sonidos según lo requerido para cada pieza que componía. Para mí, esa es la señal de la genialidad, ¡y no hay tantos compositores que puedan lograr eso con éxito!

Maestro Morricone, gracias por hacerme llorar tantas veces. Gracias por conmovernos de tantas maneras. Lo lamento sinceramente, nunca tuve el honor de conocerlo. Su música, incluyendo 519 créditos para cine y TV, siempre ha estado tan descaradamente llena de emoción, ¿cómo lo hizo? Vivo y espero poder dirigir más de su música en mi vida. Descanse en paz. Se me pone la piel de gallina y se me saltan las lágrimas.

Erik Ochsner

Director de Orquesta

http://www.ErikOchsner.com

Ennio Morricone fue sin duda uno de los estímulos e impactos más potentes y tempranos que me conectaron con la música de cine. Seguramente, uno de los principales responsables de que yo haya elegido esta carrera.

Recuerdo a los 9 o 10 años salir de un cine club de barrio, luego de ver “El Profesional” -de G. Lautner, con Jean Paul Belmondo-, corriendo ansioso hacia mí casa (….ahora que lo pienso, no sé cómo me metí a ver esa película, solo además, en plena dictadura militar en Argentina. Alguna genialidad de mis padres, ¡que habrán conseguido colarme allí!…) En fin, la cuestión es que estaba urgido por llegar a casa y poner las manos en mi piano, para poder tocar y descifrar ese potente y desenfadado Leit Motiv melodramático, pero de tan buen gusto,  que me tenía totalmente invadido e impregnado. Y desde luego esto me paso sucesivamente con “Once Upon a Time in America”, “Cinema Paradiso”, etc.

Luego vinieron los años de conservatorio y estudio de música académica, y sin darme cuenta, me distancié un poco de su obra. Pues la música de Morricone nunca era la más compleja ni la más sofisticada. No son obras que le ofrezcan a un estudiante de composición un profundo universo para el análisis, digamos.

Pero más tarde, ya pasada esta etapa de fiebre académica y, sobre todo, al madurar como músico de cine, entendí que Ennio era, por sobre todas las cosas, un gran cineasta, un narrador de historias que contaba con música. Y para este objetivo supremo era capaz de echar mano, musicalmente, a lo que sea: al sinfonismo, a los sintetizadores de cada época, al folk, a una estética decimonónica, al melodrama, al kirsch, a elementos hasta un poco rústicos o a inolvidables sonidos desafinados, como en sus spaghetti western. Lo que sea para que la partitura siempre tenga una voz propia, con enorme identidad y lo más importante, que agregue una dimensión más a la película.

Hoy, algunas décadas después sigo saliendo de ver sus películas impregnado, invadido, seducido y admirado por su música, y a menudo me encuentro ansioso por llegar hasta mi piano para tocar lo escuchado y seguir descifrando esa genialidad.

Federico Jusid

Compositor

https://federicojusid.com/

Dicen que la adolescencia es uno de los momentos de la vida en que todo se vive con más intensidad. Cambios físicos, desarrollo hormonal, altibajos emocionales… es también una época en la que muchos jóvenes se sienten perdidos. A mí la adolescencia me llevó a encontrarme conmigo mismo, con aquello que quería hacer y a lo que dedicar mi vida. Y fue a través de la música. Y no de cualquier música.

Tenía 15 años, justo la edad que tiene ahora mi hijo Javi. Había crecido viendo mucho cine y escuchando mucha música, sobre todo bandas sonoras de películas. Había algo de magia en cómo podía recordar una escena, un diálogo, una secuencia de montaje, un encuadre de un determinado plano… con sólo oír un fragmento de la música de una determinada película. Había estudiado en el conservatorio desde los 8 años, pero no me atraía en absoluto convertirme en pianista. De hecho, me planteaba estudiar Derecho, por encima de cualquier otra opción. Para mí la música era una especie de hobby, una forma de desconectar de muchas cosas y de conectar con otras, de expresarme y de sentir.

Fue en las Navidades de ese año, 1989, cuando vi Cinema Paradiso. La película me agarró por dentro, y no me ha soltado hasta hoy. No fue el desparpajo Totó o su relación con Alfredo. No fue la historia del noviazgo apasionado entre el joven Salvatore y la hermosa Elena. No fue nada de eso. Fue sentir todo el amor por el cine que se desprendía de cada fotograma de esa película. Descubrir el cine de una forma completamente diferente.

Y fue la música. La banda sonora compuesta por Ennio Morricone. La música catalizaba todas esas emociones, todas esas vivencias, de una manera diferente a como me había ocurrido con otras muchas películas. Con Cinema Paradiso sentí que una banda sonora podía no sólo añadir dramatismo a una escena (como hace el tema “Cinema on fire”), ilustrar el paso del tiempo (como el corte “From American Sex Appeal to the first Fellini”), incrementar la sensación de nostalgia (“Visit to the Cinema”) o exaltar el más apasionado enamoramiento (“For Elena”). Sentí que podía hacer todo eso y, además, hacerlo conectando con el espectador de la forma más transparente, sencilla y directa.

Si hay algo que destaca por encima de todo en la música compuesta por el Maestro Morricone para Cinema Paradiso es su sencillez. Las melodías, muchas de ellas con un aire procedente de la música popular, evolucionan por grado conjunto, nota a nota, o a través de intervalos relativamente fáciles de cantar (3ª o 6ª). La armonía es brillantemente tonal y consonante, sin grandes disonancias que oscurezcan la música. La orquestación es magistralmente sencilla: cuerdas, piano, algunas apariciones puntuales de instrumentos de láminas, y un bellísimo uso de los instrumentos de viento madera, con ese especial tono aterciopelado del saxofón, protagonista en muchas de las piezas. Decía Antoine de Saint-Exupèry, el autor de “El Principito”, que la perfección no se alcanza cuando no hay nada más que añadir, sino cuando no hay nada más que quitar. Bien pudo haberlo dicho pensando en la música de Cinema Paradiso.

Esta banda sonora me hizo descubrir que la música podía conseguir que una película llegara directamente al alma del espectador, y generar esa catarsis mágica que te permite disfrutar una y otra vez de esa experiencia con sólo escuchar las primeras notas. Fue entonces cuando decidí que quería estudiar cine y seguir componiendo, cuando decidí que quería contar historias de esa forma, a través de la música. Esta banda sonora, como otras muchas del Maestro, me han inspirado y acompañado a lo largo de toda mi carrera. Hoy, 30 años después, sigo sintiendo esa misma felicidad y ese mismo amor cada vez que afronto un nuevo proyecto. Porque, en el fondo, se trata de amor. Como el amor que se desprende de la escena final de la película, esa “Projection for Two”. De amor por aquello que haces.

Gracias Maestro Morricone por haberme hecho, con tu música, ese regalo.

Francisco Cuadrado

Compositor y diseñador de sonido

https://www.franciscocuadrado.com/

GRAZIE, MAESTRO

Carissimo Ennio Morricone,

Sólo quiero agradecerte, desde el fondo de mi corazón. Porque fuiste, sin saberlo, responsable de lo que soy ahora.

Todo comenzó cuando era un adolescente, en Berlín. Todavía recuerdo cada pequeño detalle de la primera vez que fui a ver ERASE UNA VEZ EN AMÉRICA, en 1984. El cine, los asientos incómodos, la hermosa chica a mi lado, el gran amor de mi adolescencia. Su música. El tema de Deborah. El mundo exterior se había ido, vivíamos sólo en ese pequeño y terriblemente incómodo cine, con lágrimas en los ojos, completamente arrastrados por la emoción. Y de repente, todo tuvo sentido. En ese mismo momento, estaba totalmente claro para mí que quería componer para el cine.

Y así fue como sucedió.

Algún tiempo después, perdí la oportunidad de tenerte como mi maestro. Por un año. Cuando empecé a estudiar en la Academia Chigiana, acababas de dejar de enseñar allí. Así que fui con Nicola Piovani, y Luis Bacalov como mis maestros, lo que por supuesto fue fabuloso. Pero, mirando hacia atrás, supongo que siempre has estado presente en esas aulas soleadas de la Toscana. Como una especie de maestro «fantasma» invisible, o guía espiritual. Podría haber sido la escuela de pensamiento musical claramente italiana con la que me crié allí, podría haber sido el amor por las melodías que me enseñaron, podría haber sido la era musical de la que todos vosotros vinisteis, que tuvo una innegable huella en mis gustos musicales.

El hecho es que cuando hice mi primera película grande para Warner, y entregué mis diseños al director y a los productores, ellos dijero: “¡Increíble… ese tipo suena como Morricone!”. Tengo que admitir que me equivoqué completamente. Lo tomé como un cumplido, y estaba muy orgulloso de ello. Tonto de mí. Me llevó un tiempo comprender que, por supuesto, sólo hay un Morricone, y nunca habrá otro igual. Fue mi ciego amor por su música lo que me llevó a tratar de emular su estilo, de la manera más embarazosa. Todavía me ruborizo cuando pienso en esos intentos. Pero en todo eso, hubo otra lección, que recibí indirectamente de ti. No copies. Sé tú mismo, no importa lo que digan.

Seguramente me llevó un tiempo digerir esto, y finalmente desarrollar mi propia voz. Aun así, estoy seguro de que en algún lugar, en lo profundo de mi extraña y juguetona cabeza, tu influencia tecnicolor y del tamaño del cinemascope es persistente, dándome una pequeña «scintilla» (idea brillante en italiano) de vez en cuando, como otro regalo tuyo.

Estoy muy agradecido de haber tenido el inmenso placer de verte dirigir tu propia música, en dos ocasiones muy especiales. La primera fue en Venecia, en 2007, durante los años en que viví allí. Tu preciosa música no pudo tener mejor fondo que la Piazza San Marco, y recordaré para siempre esa mágica noche bajo el Campanile. Se sentía como si estuvieras tocando en tu propia sala de estar. Sólo más tarde descubrí que tenías un apartamento en Venecia.

La segunda y última vez fue hace sólo un año. Mi amigo más viejo de la escuela, me sorprendió con las entradas para tu concierto de despedida en Berlín. Habíamos pasado tantas horas juntos de adolescentes, viendo tus películas en los cines, que pensó que sería natural ir a verte juntos, sólo una vez más. No hace falta decir que esa noche fue un triunfo abrumador, y espero que sintieras el inmenso amor y respeto que nosotros, el público, te teníamos.

Ver cómo trabajabas con la orquesta fue una revelación. El simple hecho de verte dirigir me ha explicado tantas pequeñas cosas que antes eran un misterio. Lo siento mucho por las generaciones venideras, que ya no tendrán la gran suerte de verte actuar en directo. Los que te hemos visto en concierto somos privilegiados, hemos estado bendecidos y estaremos eternamente agradecidos.

Acabo de recibir algunas preguntas para una entrevista. La primera es: «¿Qué es para ti la música para las películas?».

Mi respuesta será muy corta.

ENNIO MORRICONE.

Grazie infinito, maestro.

Gary Marlowe

Compositor y productor

http://www.garymarlowe.com/

Recuerdo cuando era un niño haber escuchado en casa de un amigo de mi padre un vinilo con una música diferente. Yo pensaba, “… qué música más curiosa, ¿qué debe ser?” Ese tipo de música no era precisamente el que se escuchaba por la radio, tenía algo diferente, misterioso para mí. Tiempo después, descubrí que se trataba de la Banda Sonora de “El bueno, el feo y el malo” y lo descubrí un día que pusieron la película en la tele.

A partir de ahí, descubrí a Morricone, y al ver lo que esa música explicaba, dejó de ser curiosa, pasó a ser cine en vez de música.  Y eso es una de las cosas más grandes que me ha quedado del maestro, el arte de hacer cine a través de la música.

Morricone y Williams han sido mis referentes, he crecido con ellos. De Morricone he aprendido que la sencillez es estupenda, directa, transparente; películas como “El bueno, el feo y el malo”, “Cinema Paradiso”, “La misión”… son puro cine y a la vez son sencillez, honestidad y compromiso. Y en tiempos en los que se nos piden cosas más “exóticas”, porque están de moda, sin importar si explican bien, mal o nada la película, se echa a faltar el valor de lo esencial: HACER CINE.

Echaremos de menos al Maestro, aunque realmente siempre estará entre nosotros…

Iván Capillas

Compositor, director de orquesta y profesor de Film Scoring

https://www.ivancapillas.com/

Si tuviera que calificar a Ennio Morricone con una sola palabra, además de genio que es la obvia, sería versátil. Algo que para muchos puristas sería algo malo, para mí es “la cualidad”. Eso que todo compositor debería aspirar a ser.

A lo largo de su carrera, parece que nunca dijo que no ante algo nuevo, o distinto a lo que había hecho antes. Parece que incluso lo buscara. Ese espíritu inconformista y de superación que le ha llevado hasta los 91 años a estar en activo. Eso sí que es morir con las botas puestas, y no lo de los westerns a los que les puso magistralmente música.

Otra parte fundamental de ese sello Morricone, con el que impregnaba desde una superproducción de Hollywood, pasando por el cine de autor, o hasta una “simple TV movie italiana”, es la melodía.

Un maestro en su uso. Parte fundamental de la música para poder emocionar, y que en los últimos años parece tan denostada por los directores, y que tanto sufrimos hoy en día quienes intentamos dedicarnos a esto.  Qué envidia Maestro… poder componer temas y leitmotivs!

Mi primera experiencia Morricone, siendo ya consciente, fue con “La misión”. Película que vi en el cine con 9 años, y que la verdad, recuerdo que fue un poco aburrida en ese momento. No fue hasta tiempo después, cuando estudiando ya armonía con 14 años, su BSO me llamó la atención, al igual que la de “Los intocables”, de tal manera que no pude sacarla de mi cabeza, llegando a ser casi una obsesión.

Solo puedo darle las gracias, sobre todo por haber sido auténtico, y no haberse plegado a modas y a peticiones estrambóticas de directores, pero también por esa humildad que ha llevado hasta el final, no queriendo ser protagonista ni de su propia despedida.

Que la tierra te sea leve maestro.

Iván M. Lacámara

Compositor de Bandas Sonoras

http://www.ivanmlacamara.com/

Cuando Gorka Oteiza me invitó hace un año a ver a Ennio Morricone en directo, fui casi a regañadientes por no tener apenas tiempo, enfrascado en la entrega musical que en aquel momento tenía. “Música de orquesta pero pasada por altavoz… no sé si merece la pena solo para ver a este hombre en directo… además, debe de estar muy mayor”.

Salí de aquel concierto con un bofetón de humildad que aún me dura y que espero y deseo, me siga acompañando el resto de mi carrera.

Al descubrir a Morricone como aficionado, allá por el pleistoceno, yo no sabía muy bien a qué agarrarme durante la escucha de cualquier música suya. Así que, simplemente, me dejaba disfrutar, admirar y llevar por aquellas músicas maravillosamente escritas que movían mis sentimientos y provocaban en la película aquello que otros han definido como “el efecto Morricone”… ese que, sólo con poner su música en una película, conseguía que cambiara totalmente la percepción de la misma.

Ya en la “pomada” del camino como Compositor, como Director de orquesta y como Cineasta, uno aprende a analizar lo que escucha de una manera más racional y no sólo recibe las emociones, sino que además, puede analizarlas, entender y visualizar qué notas están escritas, cómo están siendo interpretadas y cómo se han concebido para que todo aquello cuente una historia.

Aquel concierto fue la confirmación de estar ante un artista totalmente irrepetible.

En primer lugar, al entender el carácter y personalidad única de Morricone: Se tocó lo que él decidió y con los Tempi que él quería. Por momentos, la orquesta y solistas necesitaban respirar más de lo que el Maestro estaba pidiendo.

Pero el Maestro decidía. Con 90 años, no había en su gesto rastro alguno de imposición, sino de decisión y en los músicos sólo se apreciaba respeto y entrega, a pesar de la dificultad de algunos pasajes que, en manos de otros maestros, podrían haber generado alguna resistencia en pro de facilitar la ejecución.

Ese carácter que tantas veces ha sido objeto de anécdotas en las entrevistas que realizaba, tenía su razón de ser en el tesón con el que dirigía y transmitía su propia música.

A diferencia de la escritura habitual de las Bandas Sonoras, diseñadas al milímetro del montaje y adaptadas en su interpretación para encajar exactamente con lo que sucede en pantalla, las partituras que yo estaba escuchando y visualizando en mi mente, estaban escritas de una manera casi lineal y la música se apoyaba mucho más en la dirección musical y en la interpretación de los Tempi, permitiendo una libertad de expresión mucho más propia de la música de concierto que de la de cine.

En definitiva: Por cómo estaba escrita, la música de Morricone sonaba a Morricone, no sólo por cómo la había escrito, sino, en la misma medida, por cómo la dirigía él.

En manos de otro director, sin la referencia primigenia de la grabación, la misma pieza podría haber sonado totalmente distinta.

Alguien que decide dejar una partitura para cine tan abierta a la ejecución, sólo podía ser alguien que tuviera muy claro cuán importante son tanto los músicos que la interpretan, como la manera de expresarla. Y algo así sólo se da en un músico que ha vivido la música desde el punto de vista del intérprete, desde el atril y no solamente desde el confinamiento de su estudio.

En segundo lugar, la propia composición, la elección de piezas menos conocidas y el tipo de escritura. De esa flexibilidad expresiva surgían notas con retazos de música antigua y en otras con recuerdos de las vanguardias, formas barrocas y renacentistas que, sujetándose en su estructura tan sólida daban rienda suelta en el interior a un sinfín de locuras y desarrollos musicales de fantasía total, pero con un control absoluto de la forma musical, del timbre y del contrapunto, sin ceder por ello ni un ápice de libertad creativa.

Aquel día, yo estaba viendo en directo a un artista total, que jugaba con la libertad de un niño pero con el control de un maestro. A un músico que con 90 años tenía una energía creativa intacta y unas ganas locas de transmitirla y de reivindicarse. A un enfant terrible de la composición para cine, que ha conseguido ser fiel a su manera de entender la música y al camino para hacer cine con ella, sobreviviendo a las malas calles de la profesión.

Creo que el mayor legado de Morricone, además de su música, es el haber demostrado que la figura del Artista Completo no tiene por qué existir únicamente en el ámbito del concierto y de la creación pura.

Que tiene cabida en un género “chico” como la música de cine, llegando a engrandecerla, a sublimarla y a provocar, como pocos genios consiguen en la historia, un delicioso Síndrome de Stendhal.

Grazie, Grazie, Grazie di tutto, Maestro. Fa’ Buon Viaggio.

Iván Palomares

Compositor y Director de orquesta

https://www.ivanpalomares.com/

Morricone: Un legado para la Historia de la música y del cine

 

Hace unos días nos despertábamos con la triste noticia de la desaparición de unos de los compositores más respetados del mundo de las bandas sonoras. El maestro Morricone nos dejaba con 91 años, pero afortunadamente su legado permanecerá por muchos años.

Hablar de su música y de lo que aportó al mundo del cine necesitaría mucho tiempo y espacio. Así que quiero contar cómo descubrí a Morricone, cómo me enamoró, y como volvió a enamorarme recientemente.

Tendría unos 7 o 8 años y llegó a casa una cinta de casete titulada “La Muerte tenía un precio y otros temas del Oeste”. Allí estaba “Por un puñado de dólares”, “Los 7 magníficos”, “Johnny Guitar”, “El bueno, el feo y el malo” o “La muerte tenía un precio” entre otros. La verdad es que aquella cinta me fascinó y dada mi corta edad, me transportaba a las tierras del lejano Oeste. En ese momento no me interesaba quienes eran los compositores de aquellos temas, pero sin saberlo Morricone había aparecido en mi vida.

Algunos años más tarde (tenía 12 años) escuché “La Misión” en la radio y le pedí a mis padres que me compraran el disco. Escuché aquel vinilo cientos de veces. Aquella música me parecía celestial. Me enamoró. Así es como empecé a descubrir al genio responsable de aquella música y comencé a descubrir a Ennio Morricone y su discografía… “Cinema Paradiso”, “Érase una vez en América”, “Los Intocables”, “La mejor oferta” o “Malena” son algunos de los títulos que he disfrutado en casa y al escucharlos, era imposible no mover las manos como un director de orquesta, al son de aquellas melodías inolvidables. Era poesía en movimiento hecha música.

Recientemente había perdido algo de interés por el maestro italiano… pero llegó “En mai fais ce qu’il te plait” y volví a caer en las redes de la belleza hecha música. Lirismo, una orquestación sublime y una banda sonora que explica narrativamente hablando tanto como ver la propia película. Aquel que aún no la conozca, recomiendo encarecidamente su escucha. Personalmente de lo mejor que he escuchado al genio romano.

Tuve la suerte de poder ver el maestro en concierto hace poco más de un año en Madrid. Y aunque el emplazamiento, la sonorización o el repertorio no me parecieron del nivel de lo esperado para un colofón a una carrera, la sola presencia de Ennio Morricone al frente de la orquesta y coros, justificó la presencia y el pago de la entrada.

Ahora se ha marchado, pero es una buena oportunidad para descubrirlo (aquellos que no lo conozcan… que los hay), profundizar en su discografía (como es mi caso) y en definitiva disfrutar del maestro italiano.

Descansa en paz. Nosotros seguiremos amando tu música, porque como decían en una de tus películas y que me parece una lección de vida…

“Hagas lo que hagas, ámalo como amabas la cabina del Paradiso cuando eras niño”

Javier Quilis

Compositor de música

https://www.javierquilis.com/

Redescubriendo a Morricone

Estos días he leído muchos mensajes en las redes sociales de personas que relataban una especie de revelación cuando escucharon por primera vez alguna de las bandas sonoras compuestas por Ennio Morricone. No fue mi caso. Para mí, la música de Morricone era algo que existía de siempre. Algo que ya era un clásico, algo que la gente veneraba y apreciaba y que, aunque yo también disfrutaba, no le daba el valor que le doy hoy en día.

La ignorancia y posiblemente también la arrogancia de la adolescencia, me dificultaban ver más allá de lo estéticamente bonito de su música. Es por eso que, echando la vista atrás, me doy cuenta de que he tenido un acercamiento progresivo a su música y su persona que, como en los mejores relatos, estoy descubriendo poco a poco.

Mi primer recuerdo de la música de Ennio Morricone es la de escuchar la banda sonora de La misión en cassette, de apreciar y disfrutar las variadas músicas más allá del tema de Oboe de Gabriel y, para mi sorpresa, descubrir también por primera vez cómo una música podía representar algo, en este caso una tribu y a la vez trasmitir diferentes emociones, desde la alegría a la desolación. Y sin querer, descubrí lo que era un leitmotif y cómo se podía usar para narrar historias.

Más tarde, comencé a componer mi propia música, y es entonces cuando descubrí la dificultad de crear melodías interesantes y la gran habilidad que Morricone tenía para ello. ¿Cómo era capaz de crear esas largas melodías que crecen, evolucionan y se despliegan de manera sutil pero clara, sobre una armonía rica y sólida, con un resultado siempre envuelto en un halo de belleza y elegancia? ¿Cómo lo hacía para que todo fluyera de manera tan natural, como si esa música hubiera existido siempre, tal y como él la había escrito? Si no recuerdo mal, el propio Morricone decía que el don para crear buenas melodías era algo innato a la persona, algo que difícilmente se podía enseñar. Desde luego, él lo tenía. Y el placer estético de escuchar aquellas melodías se fueron convirtiendo en un placer emocional y vivencial, de mensaje directo al alma, sin intermediarios.

Más adelante descubrí al Morricone innovador. Descubrí que ese sonido del Oeste que para mí era tan obvio, tan clásico, que tantas imitaciones, homenajes y parodias había experimentado, fue en realidad una creación suya. Algo que su genialidad fue capaz de crear rompiendo todos los moldes existentes hasta entonces en el género. Se dice fácil. Romper moldes. Muchos lo intentan, pero pocos lo consiguen y menos hacerlo con tanta elegancia y eficacia.

Después vino el descubrimiento de Ennio Morricone, el creador. La lectura del libro ‘En busca de aquel sonido’ me mostró a un ARTISTA, con mayúsculas: intelectual, comprometido con el arte, el público y la ampliación de las fronteras de la propia música, trabajador incansable, valiente e innovador. Conocer su manera de pensar, su manera de trabajar elevó aún más la idea que tenía sobre él.

Y luego llegó el concierto de Bilbao en el 2019, y es ahí donde conocí al Morricone leyenda, un mito venerado de forma comunitaria por millones de personas. Me emocioné al verlo entrar, al ser consciente de que estábamos ante uno de los pilares más importantes de la que es nuestra profesión. Un artista que ha dejado un legado tan basto que casi resulta inabarcable, capaz de llegar al alma tanto de los eruditos en el tema como a los más profanos.

Y llegó julio del 2020. Por mucho que admire su música y por mucho que supiéramos que antes o después iba a ocurrir, no pensé que su muerte me afectaría como lo hizo. Sentí una gran tristeza al conocer su muerte y al volver a escuchar algunas de sus obras, pero sobre todo, me sentí agradecido y afortunado por haber sido coetáneo de este gran músico y haber podido ser testigo de su creación. Grazie Mille, Ennio.

Joseba Beristain

Compositor de música de cine

http://www.josebaberistain.com/

Mi querido maestro,

Se me hace difícil tomar conciencia de que ya has partido mientras te escribo estas letras. Ya no estás en cuerpo, pero si en alma y siempre en música. Es tan extraña la sensación de pérdida que cuesta concebir que no volverás a sentarte en tu escritorio, con tu lápiz y el pentagrama, y que no volverás a componer otra de tus maravillosas obras.

Gracias maestro. Gracias por tu legado, por tantos años de inspiración, de guía. Por enseñarme el camino y el arte de hacer cine con música. Gracias por haber hecho de la profesión de compositor de música de cine un estandarte.

Me resultaría imposible concebir un mundo sin Morricone, quitar tantos momentos de vida con tus notas. Tu música no solo es la banda sonora de tantas películas, lo es sencillamente de muchos momentos del metraje de mi vida. No puedo sentir más que gratitud.

Es curioso porque la primera vez que te escuché fue con “Chi Mai”, e hizo falta poco para seguir con tu “Love Theme”, con “Gabriel´s Oboe” o con “Deborah´s Theme”. Cuanta belleza en esas notas, cuanta excelencia y cuanto amor en esa música.

Tuve el honor de compartir un rato contigo el año pasado, entre el público, a pocos metros de ti, en tu concierto de despedida. Fue mágico, agridulce, pero grandioso. Intuía que no sería mucho más el tiempo que permanecerías entre nosotros y que te requerirían pronto en las alturas para componer otras músicas.

Las escucharemos sin duda algún día, aunque de momento nos queda tu obra, la cual cuidaré y mimaré para el resto de momentos de mi vida, donde tendrás cabida una y otra vez.

Te echaremos mucho de menos maestro. Aunque seguirás tan presente que será como si no te hubieses ido.

Arrivederci maestro.

Grazie.

Josué Vergara

Compositor y productor musical

https://www.josuevergara.com/

El 6 de julio, me desperté y encontré numerosos mensajes en mi bandeja de entrada de las redes sociales, y en mi teléfono móvil, informándome de que Ennio Morricone ya no estaba con nosotros. Otra era había terminado abruptamente, habíamos perdido a otro maestro en la composición, otro artesano por excelencia. De la avalancha de dolor y de homenajes sinceros que se ven en los medios de comunicación globales, y en los medios de redes sociales, parece que, a pesar de su extraordinaria edad, poco hizo para suavizar el golpe de perder a alguien cuya música ha significado tanto para tantos, de tantas maneras diferentes.

Mi propio viaje de descubrimiento con la música de Morricone, comenzó, quizás, un poco más tarde que el de otros; pero nunca olvidaré el profundo impacto (en mi yo de 12 años) de escuchar un estridente tema de trompeta, apoyado por una puntiaguda y determinada sección de cuerdas, acompañando escenas de Arnold Schwarzenegger galopando a través del paisaje italiano, en un caballo oscuro – era 1985, y la película era Red Sonja/El guerrero rojo (¡probablemente la estás cantando en tu cabeza, ahora mismo!!). No estoy seguro de si fue la calidad de la escritura temática, las evocadoras armonías o la representación perfecta del movimiento físico lo que me llamó la atención (tal vez fueron las tres) pero, de cualquier manera, desde ese punto… ¡fui un fanático de Morricone!

A medida que empecé a estudiar música (más seriamente) y a ampliar mi conocimiento de una gama más diversa de estilos de composición, también se desarrolló mi apreciación y conciencia de la versatilidad de Morricone como compositor. Cuando me encontré con su música por primera vez, asumí (¡bastante equivocadamente!) que era alguien que podía componer «una buena melodía» – fue sólo durante mi tiempo como estudiante de composición, que realmente empecé a comprender la naturaleza aparentemente ilimitada de sus habilidades creativas. Mientras que su escritura siempre fue ejecutada con una elocuencia inconfundible (¡incluso las cosas vanguardistas!), a veces me resultaba difícil comprender cómo las líneas chispeantes del tema de Red Sonja/El guerrero rojo, la siniestra frialdad de La Cosa, la oscura punzada de Lobo, las agresiones cromáticas y atonales de El Fantasma de la Ópera, las fusiones psicodélicas de rock/orquesta que se manifestaron en El Exorcista II, las abrasadoras fanfarrias polifónicas de Los Intocables, la inocente delicadeza de Sin Destino, y (¡por supuesto!!) el sonido crudo y árido de los Spaghetti Western, ¡podrían haber surgido todos de la misma mente!

En los últimos años, he sido extremadamente afortunado de haber tenido la oportunidad de explorar un número de partituras de Morricone en un contexto mucho más forense, preparando varias suites de concierto para festivales de música de cine, y un álbum de arreglos de su música, de los spaghetti westerns, para Silva Screen Records. Estos proyectos sólo han profundizado mi admiración por el nivel artístico y técnico de su escritura.

Un raro momento de sincronicidad ocurrió mientras trabajaba en un programa para Fimucite; puedes imaginar mi emoción cuando los organizadores pidieron una suite de música de ¡Red Sonja/El guerrero rojo! Mientras que fue a la vez perspicaz y emocionante trabajar con esta música, y tener la oportunidad de entender finalmente la «mecánica» de la partitura; tengo que ser completamente honesto, mientras preparaba los títulos principales, todo lo que pude ver fue a Arnold galopando por el paisaje italiano, en un caballo oscuro. 35 años pueden haber pasado, pero ese fan de 12 años de Morricone todavía está, mucho, conmigo.

Gracias, Maestro.

Leigh Phillips

Compositor y orquestador

https://www.lpfilmmusic.co.uk/

“Yo, Ennio Morricone, he muerto”. Aunque yo, sinceramente, sigo sin asimilarlo literalmente. Desde que leí la carta de despedida del “Maestro”, un homenaje al amor, la humildad y la generosidad, su espíritu está más presente que nunca en mi corazón. Va y viene continuamente. A través de su música. A través de los recuerdos. Haberlo conocido ha sido un regalo que valoro mucho más ahora. Es el compositor que me abrió la mente y el corazón a la excelencia de la música de cine y siempre sentí que estaba más cerca de él que de los compositores del sello Hollywood.

Mediterráneo, inteligente, sensible, creativo, emotivo, perfeccionista, transgresor genial cuando quiso, comprometido con la profesión y con los compositores, Ennio era, además, un excelente ser humano. Fue en 2007 cuando empecé a constatarlo. FFACE, la Federación Europea de Compositores de Cine, se ponía de largo dentro del marco del festival de Cannes. A través de la gestión de UCMF, allí estaba Ennio Morricone liderando a los compositores europeos en la alfombra roja del rey de festivales. Fue una larga jornada en la que el maestro tuvo la cortesía de recibir a los representantes de cada país para hablar de lo que quisiéramos con él.

Cartas a Ennio Morricone - Film Music World - Luis Ivars - FFACE 2007

Y llegó el turno de Spain. Junto a mi colega Ignacio Pérez hablamos de música, de los problemas de la profesión y hasta de la orquesta sinfónica de Murcia (Ennio era tan exigente con sus conciertos que quería saber todo lo posible). Pero recuerdo especialmente como nos explicaba su forma de componer en forma “horizontal”, desarrollando primero la melodía para atender después la “vertical” de las armonías.

Trece años después, la Alianza Europea de Compositores le otorgaba el Camille Award a la excelencia de su trayectoria, un premio decidido exclusivamente por compositores, que le entregamos en su casa de Roma. Fue emocionante escuchar cuanto valoraba que un premio le llegara desde los colegas de profesión.

Cartas a Ennio Morricone - Film Music World - Luis Ivars - Ennio Camille Award 2020

Recordamos Cannes y nos regaló anécdotas vitales y profesionales. Allí estaba, tan cerca del creador que admiraba y, sin embargo, constatando de nuevo al gran ser humano que habitaba en el genio. Cercano, comprometido, vehemente como un niño en la defensa de la música de cine. El tiempo pasó volando, ya sabemos que es relativo, pero la imagen de Ennio quedó tan sólida en mi memoria que ahora sé que no ha muerto. Por más que se empeñe en escribirlo, es simplemente inmortal.

Luis Ivars

Compositor y Miembro de la Junta de ECSA

http://www.luisivars.com/

C’era una volta in Siena!!!

¡Cómo olvidar aquel verano de 1993 cuando tuve la gran suerte de asistir al seminario/curso di Musica per Film que Ennio Morricone impartió en la prestigiosa Accademia Musicale Chigiana de Siena!

Fueron 15 días de ensueño en plena Toscana, en un entorno tan cautivador como es la bella ciudad medieval que con su luz y su magia enamora a primera vista.

Por aquel entonces yo hacía relativamente pocos años que había decidido dedicarme en cuerpo y alma a la composición audiovisual, y todo y que ya tenía experiencia habiendo compuesto sintonías para TV, bandas sonoras para grandes exposiciones, documentales, mucha publicidad, alguna que otra serie y cortometrajes, el cine era mi asignatura pendiente, y la oportunidad de hacer un curso con el gran Ennio Morricone era para no dejarla pasar.

Recuerdo que al llegar a Siena fui directamente a la Accademia Chigiana y una vez acreditado correctamente me dirigí a una de la salas del Palazzo Chigi Saracini donde Ennio Morricone y su asistente y co-docente Sergio Miceli impartían el curso. Había llegado con la clase empezada y el silencio que reinaba en el aula del Palacio en aquel momento era truncado por una bella melodía proveniente del proyector. Era el tema de «Deborah» de la película «C’era una volta in America» el que inundaba la estancia y que como un flechazo cautivó mi corazón al momento. Y allí, en la oscuridad de la sala, la emoción se apoderó de mí.

Así empezaron 15 días maravillosos de cine junto al Maestro, escuchándole hablar sobre su música, sus películas, sus innumerables anécdotas. Escuchando a Sergio Miceli que se encargaba de ir analizando su obra, su por qué, su función, etc, horas y horas que pasaban volando.

A menudo me preguntan por mis referentes y siempre digo que son tantos que me es casi imposible hablar de ellos sin dejarme a muchos en el intento. Pero si de algo estoy convencido es que gracias al Maestro, al gran compositor cineasta y el poder que sus grandes melodías ejercen en la narración, estas son objeto de mi obsesión y siempre que está en mi mano definen mi trabajo, mi gran pasión.

¡Gracias por tanto Maestro!

Manel Gil-Inglada

Award-Winner Film Composer

https://www.manelgil-inglada.com/

La Dignidad

A mi padre le gustaba mucho el cine. Recuerdo mi niñez viendo películas delante del televisor durante interminables fines de semana, o en proyecciones de sesión continua en el cine Tívoli, que estaba pegado a nuestra casa. No sabía por qué, pero algunas de esas películas me emocionaban tanto que me hacían llorar. Fue años más tarde cuando descubrí que algo, que me había pasado desapercibido, era lo que me conmovía; la música que las acompañaba.

Yo no era un niño especialmente llorón, pero aquella combinación de una buena historia, con unas bellas imágenes, y esa maravillosa, y hasta entonces “invisible” música, hacían que las lágrimas se escaparan de mis ojos y me hiciera sentir algo diferente, que no sucedía en la vida real y que movía todas mis emociones.

La música en sí misma es arte puro, directo, inmediato, libre, pero cuando está asociada a la imagen su efecto se multiplica exponencialmente. Sin yo saberlo, mi querido maestro Ennio, tu música me hizo saltar de la butaca en más de una ocasión, porque muchas de esas películas eran tuyas.

Quizás fue esa la semilla que hizo que me fascinara la música audiovisual y que al final dedicara mi vida a ello.

Es un trabajo difícil, en el que tienes que servir a la película por encima de todo. Hay un fin superior y tu música tiene que jugar un papel secundario, algo difícil de comprender al principio.

Cuando seguía tus entrevistas y leía tus inquietudes, no te puedes imaginar cómo me identificaba contigo y cuanto me ayudaba. Saber que alguien tan grande como tú pasaba por las mismas dificultades al abordar un proyecto.

Decías haber sufrido mucho porque tenías que escribir música que estuviera bien para ti, para el film, el público, el director o el productor.

Que era un ejercicio de  una dificultad tremenda porque además, la obra tenía que mantener su dignidad, su consistencia, incluso sin la imagen.

Además no te gustaba repetirte y querías renovarte en cada película, cito textualmente “cada vez que compongo siento una gran responsabilidad porque quiero probar algo completamente original, y que a la vez sea entendido”.

Antes sentía y ahora comprendo la magnitud de tu trabajo, la grandeza de tu música, lo que refuerza aún más mi admiración por ti.

Seguro que no fue un camino fácil pero lo conseguiste querido maestro, tú obra mantiene la dignidad incluso sin la película y tu música vivirá eternamente.

Manel Santisteban

Compositor

https://www.imdb.com/name/nm0763666/

Crear es mágico; transcender, divino. Éste es uno de los deseos íntimos que a tu ego acallas, entre húmedos pensamientos que anhelan que tu obra no sea solamente un nacimiento, sino un crecimiento, un camino y una maduración. Una huella. Una perduración.

Hay compositores que serán recordados por ser grandes melodistas, otros lo serán por el color de su música, por su tímbrica, por su peculiar instrumentación y orquestación, y finalmente otros quedarán en nuestra memoria por haber creado propiamente el sello de un género. Sin embargo, el caso de Ennio Morricone es tan especial porque en su legado encontramos la unión de estas tres virtudes. Él nos ha dejado algunas de las melodías más brillantes y memorables de la historia del cine, él mezcló sin complejos silbidos, armónicas y cuerdas (entre muchas otras riquezas tímbricas orquestales y no orquestales) y él consiguió, con esta mezcla, sentar las bases musicales de todo un género. Esto es transcender y esto es Ennio Morricone.

Si sentar las bases musicales de todo un género y ser copiado por centenares de compositores supone un mérito al alcance de pocos, hacer una melodía, en el siglo XXI, es directamente de lo más difícil que existe en música, por simple que pueda parecer a priori. Después de todas las que se han escrito, pretender hacer una melodía sin ultrajar el universo es un ejercicio de soberbia y de riesgo. Ponerla completamente desnuda en la voz de un instrumento solista simplemente acompañado por un coro o un cojín de cuerdas se convierte literalmente en temerario y en algunos casos, blasfemo. Y aquí está el reto. Y el reto es vida. Y como lo han hecho otros atrevidos y nos han mostrado interesantes senderos, como Morricone, yo abrazo el reto de la melodía, bebo de las grandes melodías que se han escrito, me arrodillo y, descarado, me siento dispuesto a pecar.

Desde la oscuridad de mi cuarto, cuando pasan pocos minutos de media noche, se me dibuja una leve sonrisa en mi rostro. Siento celos. No del talento del Maestro. Eso sería la definición de lo que es ser un iluso. Su talento es brújula para todos nosotros. Los celos son de pensar cómo de maravilloso sería poder tener la oportunidad, en el cine de hoy en día, de escribir una melodía infinita para oboe, coros, tambores, cuerdas y todo lo que hiciera falta. O de poder conducir musicalmente una escena como la de los besos de Cinema Paradiso, sin limitaciones. Seguramente la tecnología nos ha traído cosas muy buenas, pero pequeñas perlas como éstas son las que cuestan más de conseguir, actualmente. Quizá porque nuestro mundo tiene prisa, y las películas tienen prisa, y no tenemos tiempo de detenernos y de degustar con sosiego el desarrollo de grandes motivos melódicos. O quizá, como siempre me dice un buen amigo, el motivo es tan simple como que estos procesos musicales basados en la melodía suenan antiguos, y a nadie le gusta lo antiguo, a no ser que lo llamemos vintage. Vintage es cool, y todo lo que es cool mola. Sonrío otra vez, ansiando aquellos tiempos en los que no hacía falta ser cool. O mejor aún: que ser cool simplemente por serlo podía llegar a ser rancio, y que lo realmente cool era ser auténtico.

Morricone es Morricone porque es auténtico. Todo él y toda su producción. Escandalosamente auténtico. Y para mí, todo lo auténtico, en esta vida, es modelo a seguir. Para seguir, o para discrepar e ir a la contra, pero en mi lucha diaria, desde el amor por el cine, no ya como compositor sino como cineasta de espíritu, aquello genuino es lo que me lleva a la creación sana, a estar alineado con el propósito, a sentir placer en el ritual.

Solamente por esta razón, Ennio Morricone es y seguirá siendo uno de mis faros cuando la tormenta arremeta con violencia. Un faro para recordar quién eres y por qué razón amas lo que amas, y es que entre otros motivos, lo amas tanto porque antes otros lo amaron tanto. Y qué bonito el círculo. Mi última sonrisa de la noche es para decir, de todo corazón, gracias Maestro Morricone.

Marc Timón

Compositor y Director de Orquesta

http://marctimon.com/

El Rey de la Melodía: El Morricone romántico

Las innovaciones de Ennio Morricone en sonido, instrumentación y dispositivos dramáticos en sus partituras occidentales son a menudo consideradas como su contribución más significativa al arte de la música para cine, y ciertamente lo son, pero el aspecto de su música que tuvo el más profundo impacto en mí personalmente fue, su afán por la escritura melódica sentida, la patetismo de los temas, la emoción del fraseo.

Para mí, Ennio Morricone era «el Rey de la Melodía».

Como joven compositor crecido en Roma y estudiando en el Conservatorio de Santa Cecilia de Roma, sentí su constante presencia, ideal y física, en los pasillos de esa antigua escuela. Él era un tema prominente en las conversaciones que todos los estudiantes interesados en seguir una carrera en «música aplicada» (como le gustaba llamar a la música para los medios) entretenían delante de la siempre presente taza de expreso en el Bar del Conservatorio de Renzo.

Nuestros profesores se referían a él a través de ejemplos, anécdotas, citas, era una de las pocas figuras raras de la «música comercial» que podía formar parte de la enseñanza sin que la «academia» se sintiera avergonzada por ello. Y eso es porque era un miembro legítimo de esa academia.

Mi profesor de composición compartió brevemente el aula con Ennio, estudiando con Goffredo Petrassi en la Academia de Santa Cecilia, al otro lado del claustro, en el ala sur del edificio que la Academia comparte con el Conservatorio. Y el Maestro lo visitaba, de vez en cuando. Recuerdo haberle conocido durante la presentación de un libro en el Salón Académico, frente al imponente órgano. Se podía ver que se sentía emocionado por estar de vuelta en el edificio de la vieja escuela, una especie de emoción no confesada que transpiraba de sus ojos, detrás de la capa de una personalidad seria y reservada, que a veces podía parecer casi tan gruñona.

Ese mismo mundo emocional interno reservado es lo que se puede experimentar al escuchar su escritura melódica. No hay duda de ello en obras maestras como La Leyenda del Pianista en el Océano, Cinema Paradiso, Malena, La Desconocida (La Sconosciuta), sólo por nombrar algunas. La calidad de su melodía siempre se siente muy profundamente, el equilibrio y el balance arquitectónico, que está definitivamente ahí, nunca se interpone en el camino de la espontaneidad. Nunca es «mental» y «construido», siempre desde el corazón más que desde el cerebro. Y es un profundo sentimiento emocional que encuentra su camino directamente a tu alma a través de la moderación y la reflexión, nunca por explosiones exageradas de drama o patetismo. Esto tuvo un profundo impacto en mi formación musical, en lo que siento que debe ser la calidad de un buen tema para una película, y definió con qué tipo de melodías encajo mejor.

Personalmente, en algunos casos específicos, creo que un elemento cultural también se suma a ello. Algunos ejemplos de la música de Morricone hablan con gran familiaridad a un oído italiano, cuando los escuchas dices «¡Oh, sé lo que quieres decir!». Un ejemplo típico para mí es la escena de apertura de La Leyenda del Pianista en el Océano. La erupción del tema cuando el viajero ve la Estatua de la Libertad y el barco se acerca a Nueva York utiliza algunas de las herramientas de lo que podríamos denominar el «Sonido de Hollywood», grandes cuerdas de barrido, contralíneas de trompa, florituras en los vientos-madera, pero lo que dice con esas herramientas es algo muy diferente: es exactamente lo que el italiano medio siente sobre la idea de América. Cuando escuchas esa música, sientes ese aliento de esperanza, sueño y proyección al futuro que América siempre representó para los italianos, un sentimiento que desciende directamente de la esperanza que nuestros bisabuelos emigrantes sentían a principios de siglo cuando «fueron a América». Por supuesto, de eso se trata la escena, y como a Morricone le gustaba decir «no hay música importante sin una gran película que la inspire», pero esa temática se expresa en esta pieza con un sentimiento genuino e instantáneamente reconocible para cualquiera que sea de Italia y ame a América.

Creo que la grandeza del Maestro Morricone reside en el fino equilibrio entre esta profunda autenticidad y la universalidad de su mensaje musical. Su música habla al mundo entero, y al mismo tiempo, cada uno de nosotros puede encontrar una conexión más profunda y personal con ella, sin importar de dónde venimos, o, aún más interesante, debido al lugar de dónde venimos.

Marco Valerio Antonini

Compositor de música de cine italiano basado en Los Ángeles

https://www.marcovalerioantonini.com/

Cuando SoundTrackFest me pidió que escribiera una carta a Ennio Morricone, lo primero que pensé fue en el “Moment for Morricone”. Una pieza para banda de concierto y fanfarria, arreglada por el compositor y arreglista holandés Johan de Meij. Yo era un joven músico de fliscorno en mi fanfarria local y este sería mi primer gran concierto. La pieza era un popurrí de temas de «El bueno, el malo y el feo» y «Érase una vez en el Oeste». La apertura de esa pieza fue el tema armónico, 4 decimosextos, blanca, 2 cuartos y una blanca punteada. Hasta hoy, dondequiera que esté, si silbo esos 4 decimosextos y blanca, alguien responderá con esas dos cuartas partes y una blanca punteada. Se ha convertido en un icono.

Creo que esta pieza despertó mi interés por la música de las películas. No es que fuera consciente de ello en ese momento, pero recuerdo que me llamó la atención la belleza de los temas y las melodías líricas. Me hizo ver las películas y en ese momento se convirtió en mi favorita. Más tarde en mi carrera descubrí que era tu estilo típico, Maestro Morricone.

Aunque nunca tuve la oportunidad de verte en vivo, escuché, estudié y toqué tu música. Al principio de mis estudios de trompeta, tocaba en una banda de música. Era una corneta soprano. Teníamos un concierto anual y el director me pidió que tocara un solo. Miramos y escuchamos diferentes solos pero la melodía de «La Califfa» era demasiado hermosa para ignorarla. Durante semanas estudié esa melodía para entenderla como tú la querías, en mi opinión. La melodía parece simple, pero los intervalos, el fraseo y la resistencia que pides con ella son un verdadero desafío para el solista y la orquesta. Otra pieza que tuve la suerte de tocar como solista es «Il Triello». También es una melodía que suena simple, pero conseguir que su emoción, sentimiento y fraseo sean correctos es el mayor desafío. Cada nota tiene un significado y encaja perfectamente con la imagen que se muestra en la pantalla. Un arte que es difícil de dominar.

Después de mis estudios de trompeta, me dediqué a la dirección de orquesta. Estudié tus partituras en mi tiempo libre y aprendí mucho. Tu detallada paleta de colores y el uso del coro y de instrumentos extraordinarios como las guitarras eléctricas fueron visionarios en ese momento. Nos mostraste una perspectiva diferente de colorear la música alrededor de hermosas melodías. Definitivamente eso muestra tu habilidad como antiguo orquestador y todavía tengo mucho que aprender de eso. No sólo en la música de cine, sino también en tus trabajos para la escena pop y clásica. Dominaste todos los diferentes colores y estilos, y eso te hizo único.

En 2016 organicé mi primer proyecto de música de películas «Magic of the Movies» y por alguna razón, alrededor de todos los grandes éxitos de taquilla de Hollywood, tuve que programar «Moment for Morricone». Una banda de 110 piezas y un coro mixto de 40 piezas dieron vida a tu música de una manera que sólo había soñado 20 años antes. Esa pieza, con esos temas, se erigió y representa mi viaje a la música de cine.

Quiero agradecerte, Maestro, por todo lo que nos has dado. Mi amor por la música de cine vino de tu amor por ella. Y la hermosa y emotiva melodía y letra del tema «Érase una vez en el Oeste» ‘Your Love’ dice todo lo que tu música hizo y seguirá haciendo con la gente de todo el mundo.

I woke and saw you there

Beside me as before

My heart leapt to find you near

To feel you close once more

To feel your love once more

 

Your strength has made me strong

Though life tore us apart

And now when the night seems long

Your love shines in my heart…

Your love shines in my heart…

La FINE

Michiel de Boer

Director de orquesta y orquestador

Fundador de «Magic of the Movies» y Composers Cafe

https://www.magicofthemovies.nl/

Morricone nos mostró a todos que la música de las cine es música, punto.

«Esa versión de El bueno, el malo y el feo está mal. Debería ser la de Hugo Montenegro. ¿Cuál es esa versión extraña que estás tocando?»

Mi profesor de periodismo me sonrió de una manera condescendiente pero también indulgente. Había producido mi primer programa de radio estudiantil y había elegido mi nueva pasión, la música de cine, como tema. La idea era condensar la historia de la música de cine – en ese momento unos 35 años más corta que ahora – en un formato entretenido y educativo de 60 minutos. Era un hecho incluir en el programa un clásico del Spaghetti Western de Morricone.

Intenté devolver la sonrisa de la misma manera ambigua y dije: «Oye, es el original, grabado y dirigido por el propio Morricone. Ya sabes, la grabación de la banda sonora original. No puede ser más correcto que eso». Pero mi profesor acaba de sacudir la cabeza. «¿A quién le importa? Esta pieza tiene su propia vida ahora, y la versión de Montenegro es la que la gente reconoce. Si yo fuera tú, consideraría cambiarlo».

El programa de radio resultó bien al final, y la pieza original de Morricone se quedó en él. Creo que fue la primera vez que me di cuenta de lo grande que era Morricone – mi profesor no era un fan de la música de cine de ningún tipo (si mencionabas nombres como Horner o Kamen se vería mucho menos condescendiente, pero aun así me perdonaría). Pero este tema específico, el más conocido de todos los temas del spaghetti western, era uno en el que no sólo conocía la melodía – incluso tenía una fuerte opinión sobre qué versión era la correcta. La música de Morricone había tomado vida propia. Era inmortal; todo el mundo la conocía y todos tenían derecho a ella.

Sólo hay poco más que un puñado de compositores que escribieron música para películas que se convirtieron en bloques de construcción de nuestra cultura popular y herencia postmoderna. Tienes toneladas de Williams, por supuesto, tienes a Herrmann, un poco de Max Steiner – hoy en día la gente tal vez incluso consideraría a Zimmer como uno de los pocos que trasciende las fronteras del género. Pero en los 80, cuando hacía mi pequeño programa de radio, parte de la atracción de estar en la música de cine era el aire de misterio que rodeaba a los autores de la música. Sin la comunidad de Internet, podrías tener la impresión de que eras el único fan de Silvestri en la tierra. O al menos el único en tu propia ciudad.

Pero este no era el caso de Morricone. Incluso antes de Internet, básicamente todo el mundo sabía su nombre y al menos algunos de sus temas – versiones alternativas o no. Entonces, ¿cómo es que Morricone era un «nombre familiar» entre la gente que de otra manera eran analfabetos completos de música de cine?

Por supuesto, Morricone trabajó en algunas películas bastante influyentes y notables – Érase una vez en América es la obra maestra principal en mi lista – pero, al final del día, creo que todo se reduce a la originalidad. Algunos de los clichés que tenemos hoy en día fueron prácticamente inventados por Morricone. Lo que lo hizo tan grande fue su integridad artística y su clara ambición de crear música que sirviera a su propósito sin perder del horizonte una visión musical personal. Incluso si Morricone tenía razones para reconocer las tendencias musicales actuales, todavía se puede escuchar y ver que es una partitura de Morricone – el pop sicodélico de finales de los 60/principios de los 70 es un ejemplo que me viene a la mente.

Si bien la música de películas en general siempre ha tenido una cualidad formulista, «de mínimo denominador», hay compositores que consideran el medio cinematográfico como una verdadera oportunidad para experimentar. Goldsmith es probablemente el mejor ejemplo americano. Sin duda, Morricone es el mejor europeo. En el otro extremo del espectro hay una cualidad que es aún más rara en la música de cine hoy en día: la voluntad de utilizar la armonía y la melodía para el impacto dramático y la estructura narrativa. Basta con escuchar cómo Morricone colorea armónicamente su escritura de cuerdas en «El tema de Deborah» de Érase una vez en América, claramente una de las piezas musicales más bellas jamás escritas (punto – no voy a añadir «en la historia de la música de cine»).

Nunca conocí a Morricone ni tuve la oportunidad de trabajar con él. Nunca he producido un álbum de su música, pero, por supuesto, como productor de conciertos programé alguna de sus músicas para su interpretación en directo. Es notable, y otra prueba de calidad que su música para cine se mantiene tan lejos de las imágenes para las que fue escrita. Es música, no sólo música de cine. A veces se oye a los compositores defender sus partituras de cine diciendo que hay que entender que su música está escrita para acompañar una narrativa visual y no puede ser totalmente apreciada fuera de contexto. En mi opinión, tales «excusas» son a menudo redundantes – por alguna razón, muchos compositores de películas tienen una tendencia a aplicar un punto de vista innecesariamente elitista y académico sobre su propia música tan pronto como alguien quiere escucharla liberada de las imágenes. Pero en el caso de Morricone, estas preocupaciones nunca se expresan en absoluto. De hecho, podrías interpretar la mayoría de la música de Morricone en su forma original y funcionaría maravillosamente como música. Elije un tema y dale al play. La audiencia lo recibirá, y en la mayoría de los casos, lo amará.

Vivimos en una época que es dolorosa para muchos de nosotros, aficionados a la música de cine que llevamos un tiempo por aquí. Mi generación creció con Goldsmith, Bernstein, Williams, Jarre y, por supuesto, Morricone. No quedan muchos de ellos. Son, o más bien fueron, los últimos dinosaurios y mira, como amo a esos gigantes del pasado. La música de Ennio Morricone fue inmortalizada hace 35 años, cuando me di cuenta de lo grande que era, y todos sabemos que su música vivirá por mucho tiempo, probablemente para siempre. Lo que logró fue realmente notable, sobresaliente e inspirador. Nos mostró a todos que la música de cine no es sólo música de cine – es música, punto.

Mikael Carlsson

Compositor

Productor de bandas sonoras (MovieScore Media)

Productor de conciertos (Soundtracks Live)

http://mikaelcarlsson.com/

Estimado Ennio, Yo de Mayor quiero ser como tu…

Nunca he hablado ni he estado cerca de Ennio Morricone, no tengo foto con él, y solo lo he visto una vez en directo en el Festival de Auxerre en 2006; incluso no fue voluntario, ya que yo iba a recibir un premio de compositor Europeo por la B.S.O de Azul Oscuro Casi Negro, y no lo sabía, pero después de la entrega era el Concierto de Morricone.

Me da mucho pudor quedar con la gente que admiro mucho artísticamente, por miedo a que me decepcione su persona: que sea maleducado, egocéntrico, etc… De todas maneras hubiera sido incapaz de articular tres palabras coherentes con los nervios y la timidez.

Me pasó el año siguiente en el mismo Festival. Estuve haciendo de traductor entre Maurice Jarre y J. María Benítez, con John Barry a 3 metros y nunca dije que era compositor o que les admiraba mucho…

A pesar de todo esto, siempre he sentido una conexión fuerte con sus músicas, su don melódico inigualable, su conocimiento y el uso de todo tipos de lenguajes musicales.

Ennio no era un compositor de música de cine, es parte del lenguaje músico-visual que inventó y desarrolló junto con algunos más.

Cuando pienso en Ennio, siempre me acuerdo de este dicho que he oído mil veces por parte de productores o directores: “La mejor música de cine es la que no te das cuenta que está, o la que no se oye!”. Y cojo la lista de las películas de Ennio, y de las 620 referencias, hay por lo menos 200 que reconozco por la música  (Y en unas cuantas ni me acuerdo del argumento… o del director).

La que más me hablo de él fue Dulce Pontes, que colaboro varias veces con Ennio e hizo algunas versiones impresionantes… Me comento su asiduidad al trabajo, cada día, papel y lápiz, ni siquiera piano… ¿Quién trabaja así hoy? Muy pocos…

Componer, desatar los fuegos orquestales, estados emocionales, agresión, miedo… en silencio… es lo más alucinante que nos puede pasar  (los que tienen esta capacidad lo saben…).

Si… aparte de esto… Ennio y yo tenemos algo en común… queríamos ser médicos antes que músicos… ¡¡¡pues fallamos!!!

Estimado Ennio, yo de Mayor quiero ser como tu… ¡Jajajaja!

Pascal Gaigne

Compositor

http://www.pascalgaigne.com/

Se puede decir con certeza que Morricone fue uno de los más grandes, con el que tuve la suerte de vivir en los mismos tiempos. Para mí, como persona que escribe música para películas a diario, es difícil encontrar incluso las palabras adecuadas sobre lo importante que fue, es y será este icono de la música de cine. Creó tantos caminos nuevos y mostró cómo la música de cine puede sonar.

Es como un mentor, una guía, un libro lleno de conocimiento. Esta es una pérdida lamentable para la música y el cine. Ni siquiera me había dado cuenta antes de lo grande que es el número, pero mientras escribía este artículo comprobé que Morricone escribió música para casi 500 películas y series de televisión. Son más de 5 producciones por cada año de su vida, lo que es una cantidad absolutamente increíble de música escrita.

Me impresionó con la variedad de estilos en los que compuso. No le temía a los experimentos que introducían nuevos instrumentos en la música de las películas, también experimentó con la electrónica, y fue capaz de expresar tan bien los diferentes colores en su música. Me impresionó con su devoción por sus oyentes, el número de conciertos que dio a sus fans prácticamente hasta el final.

A la edad de 78 años, en su discurso de aceptación durante la ceremonia de los Premios de la Academia, aseguró a todos que seguirá componiendo, lo que por supuesto hizo, con gran éxito, escribiendo tantas grandes partituras, incluyendo la que le valió un Oscar por «Los odiosos ocho». Oscar, que en mi opinión, fue por toda la obra de Morricone, por su contribución.

Aunque «Los odiosos ocho» no sea la banda sonora más recordada del compositor, este premio demostró que también era muy apreciado por Hollywood, el lugar que siempre había evitado. También es impresionante cómo el verdadero Morricone permaneció hasta el final de sus días, fiel a sus ideales. Demostró que no hay que seguir el camino recorrido por otros, y que no tenía que dejar su amada Italia, abandonándolo todo por la fábrica de películas, y su genio y su voz única fue lo suficientemente fuerte como para que Hollywood le siguiera en su lugar.

Pawel Gorniak

Compositor para cine y TV

http://www.pawelgorniak.com/

La razón del por qué y el cómo

Contaba yo con muy pocos años de edad cuando en una tarde lluviosa de aquellos míticos sábados de cine de TVE, programaron una película de vaqueros, en la que el tempo lento, los primeros planos con esas miradas de forajidos curtidos por el salvaje oeste lo dominaban todo, en ese prólogo tan largo y maravilloso que tenía dicho film; era como no “Hasta que llegó su hora”. Sonó una armónica, y yo que hasta ese momento no le había prestado mucha atención, de repente es como si algo me obligara a girar la cabeza y quedarme literalmente hipnotizado por ese sonido, que iba cogiendo forma según entraban las cuerdas y la sección de metales lo iba arropando. Era un sonido poderoso, que dotaba a los magistrales primeros planos de Leone, de una autoridad y una belleza estética que yo hasta ese momento no había aún percibido en ninguna película. Le pregunte a mis padres quien era el autor de dicha partitura y en ese momento oí por primera vez su nombre: Ennio Morricone, a partir de ese momento ya no se me olvidaría.

Pasados algunos años más, en una tarde, pero esta vez en el cine, asistí a la proyección de la magnífica “Los Intocables”. Era una película de gánsteres que contaba con un lista de primeras figuras tanto en el equipo técnico como en el artístico, yo desconocía quién componía la música, hasta que al comienzo de la película volví a sentir la misma sensación que años atrás; ese sonido poderoso, de una personalidad apabullante volvió a inundarlo todo y a agarrarme por las solapas para decirme al oído: tú tienes que dedicarte a esto de la música de cine, era Ennio que me zarandeaba y no me dejaba otra opción.

Unos justifican su vocación para dedicarse a hablar en los altares a la llamada del señor, en mi caso, y sin querer blasfemar, fue por un señor italiano que me acompaña todos los días a la hora de crear una partitura, para recordarme que hay que ser honesto, creativo y diferente. Creedme si os digo que lo intento, y a partir de ahora será para mí una obligación, una oración, un modus vivendi.

Él es la razón del por qué y el cómo me dedico a esto, ya que su arte me sobrecogió como ningún otro autor lo ha hecho nunca, con ese discurso propio, guionizando cada plano para dotarlo de entidad y de esa segunda lectura que tienen las imágenes bien musicadas, con esa llave que solo tienen los grandes para acceder a tu centro emocional, modelarlo a su antojo y hacerte sentir vulnerable a su merced.

Hablar o escribir sobre el maestro es tan placentero como su arte inabarcable. Ahora nos ha dejado físicamente sin no antes dar un puñetazo en la mesa dejándonos su obra, sus composiciones, pero su forma de ver el cine y la música nos acompañará siempre, porque ya forma parte de nosotros, de nuestra memoria visual y sonora, de nuestra sensibilidad. Sin duda pasaran muchos años ante de que alguien, con esas cuerdas invisibles que él tan bien manejaba para movernos interiormente como marionetas, pueda volver a existir.

Sergio Moure de Oteyza

Compositor de bandas sonoras

https://www.sergiomoure.com/

Posiblemente di con la música del Sr. Morricone mucho antes de que pudiera ponerle nombre y consciencia a su obra. En mi casa, mi padre siempre ha sido muy cinéfilo y desde niña, he tenido la suerte de poder disfrutar de buen cine, de ese “story telling” personal e inconfundible, de su particularidad, del increíble melodismo, del dramatismo armónico acompañado de partes melódicas memorables (unidos siempre a su movimiento interno de voces, siempre magistral y de uso exquisito), del uso particular de ciertos instrumentos que en contexto, dan coherencia al discurso emocional y musical,… La lista de elogios y admiración ¡continúa y continúa!

Y… ahora pareciera que nos ha dejado un legado, su “farewell”, con tesoros que no sólo funcionan en pantalla, sino que la traspasan; directos a toda expresión emocional y al conmovedor discurso. Único e irrepetible.

Recordaba el año pasado su repertorio, con Alessandro Alessandroni Jr. (afincado en LA), hijo del “silbador” de Morricone, quien vivió toda su infancia en sesiones con su padre tocando las guitarras de sus famosos westerns y muchas más colaboraciones. Una cosa me quedó muy clara: el respeto entre músicos a su figura, como compositor, y la admiración artística, por encima de todo.

Pareciera siempre que exista una distinción en “lo que la audiencia quiere escuchar” y en lo que el músico escribe, persiguiendo más complejidades sonoras o estilísticas. Morricone, desde el gusto y la excelencia nos hace llegar las dos de la mano.

Escribo estas líneas escuchando un playlist variado suyo. Pelos como escarpias, con Deborah’s Theme o con Cinema Paradiso (que para una ex-pianista quien ha perdido la mayor parte de la técnica más perfeccionista, el cuidado de sonido y el significado de cada nota se convierte en el medio de expresión y he aquí una de sus Masterpieces).

Sigo emocionada, consternada y pensando que ha marcado un antes y un después. Recuerdo su concierto ofrecido el pasado año, en 2019, en el Wizink Center de Madrid y admirar cada momento, sobre todo, su vitalidad al subirse al podio y empezar a dirigir, su propia música. Con ‘tempis’ en general, por encima de lo que escuchamos en sus grabaciones, llenas de energía y de “vivor”, para una persona de su edad que le costó su esfuerzo llegar desde el lateral del escenario a ese Podium, donde se pensaría que se pudiera tomar su música de forma más pausada… Equivocada de mí al pensar que se podría “relajar”. Porque Morricone pensaba en música y podías sentir su “viveza” mental, pensando en música hasta el último de sus días.

Me quedo también con una reflexión interna, sobre el “respeto al músico” y cómo él mismo defendía su propia música. Porque hoy día, los compositores parece que estemos a plena merced de lo que quiere el/la director/a y que nuestra propia voz y criterio pueda verse “mermada” en ocasiones por “cumplir y quedar bien”. Quizás pueda ser uno de sus legados, también, que debamos tomar nota, no sólo como admiradores de su arte musical, sino también como cineastas, con “algo que decir” y “respeto que establecer” sobre nuestro propio lenguaje.

Gracias Maestro Morricone!

You’ll be deeply missed.

Vanessa Garde

Compositora para audiovisual

https://vanessagarde.com/

Mientras pienso en Ennio otra vez

Don Savio, así es como firmó Ennio en “Por un puñado de dólares” su primera colaboración con Leone. No fue el único que firmó con seudónimo. Todos excepto Clint Eastwood lo hicieron. Creyeron que podrían vender la película como si fuera americana, y estaban en lo cierto. La película fue un éxito rotundo y eso que Morricone estuvo a un pelo de mandar a Leone a paseo justo al final del proyecto. El director quería usar una música preexistente (lo que llamamos temp-track) en la escena final de la película. Morricone se negó y al final se salió con la suya pues acabó componiendo para esa escena el que sería el tema principal de la película.

Todo esto os lo cuento para que veáis el genio de este hombre, su decisión, capaz de apostarlo todo por su visión. Es posiblemente una de las 3 cualidades de Ennio que más admiro: su tozudez. Las otras dos son: su audacia, y su capacidad melódica.

Conocí la música de Ennio hace ya unos cuantos años, cuando era un adolescente. Fue a través de su música para “La misión”. Allí descubrí su capacidad para crear melodías inolvidables, su osadía al orquestar. En “Los intocables” me sorprendió su tratamiento nada “Hollywoodiense” de la música. Leí en algún sitio que Morricone compuso como 9 versiones diferentes para el tema principal. Que le resultaba difícil hacer algo triunfal y épico porque no le acababa de funcionar con la película. Al final De Palma escogió el tema más triunfal de los 9, y que es el tema principal que hoy todos conocemos. Luego vino “Cinema Paradiso” y ya fui fan absoluto.

Aprendí de él muchas cosas sobre nuestro oficio, y aquí os dejo dos de ellas:

  1. El uso de los pedales armónicos: yo creo que los usaba en principio para poder disimular la entrada de la música y luego cuando la armonía transcendía el pedal, emocionar de alguna forma en algún punto concreto. Escuchad su track “Malena”, ahí se escucha perfectamente esto que digo.
  1. El uso de la cuerda media y aguda dispuesta en capas. Esto es difícil de explicar con palabras, más fácil si lo escucháis en temas como “Love Theme” de Cinema Paradiso. Es una seña de identidad de su música, está en muchísimas de sus bandas sonoras. Va introduciendo capas de cuerda que van cambiando de altura según la armonía, y genera una especie de colchón sonoro que es idiosincrásico de su música. Yo le copié este recurso en “Gorka se desvela” que pertenece a mi primera banda sonora “Jaizkibel”

Ennio Morricone es uno de los “culpables” (el otro es John Williams) de que yo sea músico de cine. Ha dejado un vacío enorme y le echaré de menos.

Gracias por tanto! Ci vediamo Maestro!

Zacarías M. de la Riva

Compositor y fan absoluto de Ennio Morricone

http://www.zacarias.com.es/