Cartas a Ennio Morricone – SoundTrackFest

El lunes 6 de julio de 2020 por la mañana nos levantábamos con la triste noticia del fallecimiento del Maestro Ennio Morricone. Sabíamos que algún día tenía que pasar, pero aun así, no estábamos preparados. Nunca lo estamos.

 

El comunicado que la familia de Ennio Morricone publicaba el mismo día que recibíamos la noticia, era una carta escrita por el propio compositor, donde con una elegancia sublime, se despedía de todo el mundo.

 

Así, el equipo y los colaboradores habituales de SoundTrackFest, no hemos querido dejar pasar esta ocasión para dedicar nuestro especial tributo a este gran compositor y escribirle nuestras propias cartas.

Cartas a Ennio Morricone - SoundTrackFest

 

Desde sus fans más acérrimos, hasta los expertos más conocedores de su obra, todo el mundo ha querido aportar su granito de arena, contando historias personales, anécdotas, vivencias, o incluso encuentros con el Maestro… 12 textos, 12 puntos de vista, 12 ‘Cartas a Ennio Morricone’, que podéis leer a continuación.

 

Muchas gracias a todas las personas que sin pensárselo dos veces, han colaborado contra-reloj para hacer realidad este artículo especial: Asier G. Senarriaga, Carmen Ruiz, Curro Martín, Felipe Múgica, Frederic Torres, Gori Martínez, Javier Vicente, Luis Rico, Rafael Melgar, Reme Díaz, Sergio Hardasmal y Tony Alicante Spain. Y a Diego Ruiz Exposito por el póster y los gráficos. 🙏🎶💓🎶🙏

 

Asier G Senarriaga

IFMCA/SoundTrackFest

Carmen Ruíz

Cinéfila y melómana

Curro Martín

Compositor y guitarrista

Felipe Múgica

Licenciado en periodismo y escritor

Frederic Torres

Veterano crítico de música de cine y ensayista

Gori Martínez

Presidente de la Asociación Mallorca Plató Musical

Javier Vicente

Friki sin remedio

Luis Rico

Aficionado a la música de cine/SoundTrackFest

Rafael Melgar

Realizador y fotógrafo

Reme Díaz

Apasionada del cine y las bandas sonoras

Sergio Hardasmal

Revista Acción/Escritor

Tony Alicante Spain

Escuchando música

 

CARTAS AL MAESTRO ENNIO MORRICONE

Ennio Morricone. Un Hombre. Una Leyenda. Un Maestro de Maestros

 

Nos dejó un 6 de Julio de 2020, una fecha que recordaremos ya siempre con una tristeza insoportable, un gran sentimiento de pérdida dentro de nosotros y menos esperanza, por toda la Eternidad, un día en el que el compositor más extraordinario del Siglo XX y parte del XXI entró por la puerta grande en el Cielo.

¿Qué podemos decir de esos instantes de dolor, sabiendo que ya no encontraremos nunca una nueva Melodía escrita desde el alma por el Maestro Morricone?, las lágrimas no nos dejan percibir ahora mismo que desde este mismo instante, Ennio es inmortal, no nos ha dejado, él vive en cada nota, en cada partitura de todos y cada uno de sus más de 500 trabajos a lo largo de los años, cada concierto que revisitar, cada película en televisión, cada artículo recordándole, cada frase hablando de su grandeza, su pasión, su amor, su arte, su magia. El Legado. El Maestro de Maestros es ahora Eterno.

Nunca olvidaré la noche en que le conocí por primera vez, era una lluviosa noche de invierno del diciembre del 2001. El Lugar, el Teatro Arriaga en Bilbao, España, yo estaba justo de regreso esa semana de la Isla de Wight en Inglaterra tras un año trabajando allí, y ya volviendo en el aeropuerto vi el anuncio indicando que Morricone iba a ofrecer un concierto de sus trabajos en mi ciudad natal. No me creía mi suerte cuando al día siguiente conseguí una de las pocas entradas que quedaban, y el día del concierto, un periodista amigo me consiguió amablemente allí mismo una incluso mejor entrada para disfrutar aún más plenamente la gloriosa experiencia. Yo estaba flotando literalmente.

El Concierto fue extraordinario, inolvidable, pura perfección, su hijo Andrea se encargó de la dirección, con un par de Suites en las que Ennio tomó la batuta, pero lo más impresionante fue tener la oportunidad de conocer a los Maestros Andrea y Ennio a la conclusión del concierto, y ver los ojos brillantes y vibrantes de ambos disfrutando como dos niños de la charla con los fans. Afortunadamente, no fue la última ocasión en que pude darle un apretón de manos al Maestro.

Ennio regresó a Bilbao 5 años después, y yo iba a cubrir en Encuentro con la Prensa en el Hotel Carlton de Bilbao para BSOSpirit.com. Nunca olvidaré el momento en que Ennio me sonrió tras concluir la Rueda de Prensa y con una inolvidable sonrisa de oreja a oreja me ofreció su mano extremadamente satisfecho como estaba con mis preguntas, solicitando a la representante de la empresa que le había contratado para el concierto privado de aquel día en el Palacio Euskalduna, le proporcionara dos entradas para el evento a aquel caballero de la prensa por darle un gran disfrute con sus interesantes preguntas (el concierto era exclusivo para miembros de aquella compañía, la prensa no estaba invitada ni tenía acceso, debo añadir).

Tras aquel apretón de manos (Ennio usó ambas manos) lágrimas de alegría, éxtasis y plenitud empezaron a surcar mis mejillas, y caminé al exterior de aquel salón sin pisar el suelo, flotando.

Unos pocos minutos después, ya en el lobby, estaba chequeando mis notas de la Conferencia preparando el artículo que iba a escribir, cuando una mano me tocó el hombro, el asistente de Ennio estaba allí y de una manera nerviosa y agitada me pedía algo para ser firmado por el Maestro allí mismo antes de irse a los ensayos. Yo estaba petrificado, asombrado, Feliz.

La foto aquí debajo fue el resultado, yo había llevado alguna carátula por si acaso, cogí una sin ni siquiera mirar cuál era. Ahora es mi partitura favorita de Ennio Morricone. Ahora Uds. saben el porqué.

Cartas a Ennio Morricone - SoundTrackFest - CD Asier G. Senarriaga

Las fotografías que pueden ver aquí son como tesoros para mí, la prueba de que los ángeles existen “On Earth as it is in Heaven”, que las melodías que han forjado la partitura de nuestras vidas, dándonos paz, esperanza, felicidad y alegría, son un Legado tan inmortal como los titanes que crearon esa música, esas sinfonías, el poder de emocionar, ayudarnos a entender lo complicado de la manera fácil, ayudarnos a relajarnos en tiempos de enojo, en épocas difíciles, en tiempos duros, o hacernos sentir elevados, alcanzando nuestros corazones, asombrados por la belleza de un solo, o la grandeza de la orquesta sinfónica, haciéndolas Eternas.

Y ahora siento que Morricone era parte de mi propia familia, porque puedo decir con todo mi ser, que mi vida es mejor, mi corazón más cálido, mi alma más pura, gracias a Ennio.

Gracias, Maestro, PER SEMPRE, Grazie Mille.

Cartas a Ennio Morricone - SoundTrackFest - Ennio Morricone & Asier G. Senarriaga

 

Asier G. Senarriaga

IFMCA/SoundTrackFest

Me resulta complicado decir qué ha supuesto la música del maestro Morricone en mi vida porque su obra es inmensa. Empecé a oírla de pequeña, pero entonces ni siquiera sabía que la música de los westerns que veía con mi padre era suya. Pero así era. Un día, en el cine, unas notas de oboe hicieron que la piel se me erizara y unas lágrimas de emoción me empañaran los ojos. Jeremy Irons tocaba un oboe en La Misión. El oboe de Gabriel. Y demostraba así que la música va más allá de razas, idiomas o credos. Quise saber más cosas sobre el compositor que había logrado eso. Entonces sí que poco a poco descubrí la obra de este genio. Y la música que tarareaba, que había oído mil veces era suya.

Tuve la oportunidad de verle en concierto una sola vez en Bilbao. Fui porque era imperativo ir a su gira de despedida y porque, además, me encantaba. Quería verlo en directo. No podía dejarlo pasar. No habría otra ocasión. Y fue fascinante. No solo me gustó su música, sino su presencia y su elegancia en el escenario. Ver cómo a pesar de su avanzada edad, estaba dándolo todo entregado a sus músicos y a su público. Recuerdo que me llamó la atención la gentileza con la que daba entrada a las diferentes secciones de la orquesta, en un movimiento casi delicado. Como si se quitara el sombrero al paso de la música que sonaba.

Siempre he bromeado diciendo que a Ennio Morricone le bastaba una armónica y una trompeta para hacer una banda sonora, pero su música era mucho más que el sonido del salvaje Oeste, aunque todos evoquemos un silbido que no augura nada bueno. Era emoción, pasión. Eran pasajes arrebatadores, tristes o tiernos. Era la vida puesta en una partitura. Ya no está. Se ha reunido con otros grandes que se han ido antes que él. Y se ha ido un poquito de todos nosotros, que lo admirábamos. Pero nos queda su música. Y Morricone vivirá a través de ella, cada vez que suene, cada vez que pongamos ese CD o cada vez que veamos esa película que nos gusta.

Gracias, maestro.

 

Carmen Ruiz

Cinéfila y melómana

Morricone, dentro y fuera de su tiempo

 

Con la muerte de Morricone, se nos va uno de los grandes compositores vivos que cambiaron el rumbo de la música de cine desde los años 70. Ese niño prodigio de Roma, de carácter terco y reservado, se convirtió en el alumno aventajado de Goffredo Petrassi, asimilando las estéticas que imperaban en la Italia de su tiempo: el neoclasicismo que rescataba los estilos del pasado desde una nueva perspectiva y la vanguardia de la música atonal.

De esta forma, Morricone llegaba a la industria desmarcándose del sonido hollywoodiense y aplicando una visión alejada de cualquier convencionalismo, ya fuese en el western, el drama social, el «giallo», el cine religioso… Sus partituras tienen muchas aristas, pero destaca la narrativa enfocada a las emociones de los personajes o todo lo contrario: una dicotomía que rompe con la imagen y crea una vía paralela, anticipándose incluso al lenguaje del videoclip en esos duelos imposibles de Sergio Leone.

No menos interesante es su trabajo para televisión («Marco Polo», «La Piovra», «El secreto del Sáhara», etc.). Nunca congenió con el mainstream y tuvo sus más y sus menos con los directores. Un creador fuera de su época… Quizás porque nunca perteneció a ella… Sin él, se acaba una forma de concebir las historias en la gran pantalla, pero nos queda su obra inabarcable, que seguirá influyendo en las generaciones futuras de músicos y cineastas.

 

Curro Martín

Compositor y guitarrista

Eterno Morricone

 

Parecía que no iba a dejarnos nunca. Aún recuerdo viéndole en el concierto que dio en Barakaldo, en Vizcaya hace poco más de un año. La verdad es que parecía que cada oportunidad iba a ser la última, pero luego siempre llegaba el año siguiente y presentaba una nueva gira igual de ambiciosa que la anterior.

Y eso a pesar de su avanzada edad, que era palpable que mostraba dificultades para andar y tenía que dirigir los conciertos sentado. Como si Morricone se sintiese leyenda de la música del cine y no pudiera dejar a tanta gente aficionada a su música sin disfrutar de sus inolvidables tonadas. Y eso que, con seguridad, fue una fama que nunca buscó, pero la belleza de sus melodías (Cinema Paradiso), lo rompedor de sus temas (cómo renovó totalmente la música para western), la energía de sus composiciones (el tema coral de La misión), la variedad de géneros que tocó tanto en Italia como en Hollywood… han traspasado la barrera de la pantalla, de los filmes para los que fueron compuestos y se han hecho universales.

No solo su nombre es conocido por cualquiera a quien preguntes por la calle, sino que cualquiera te podría tararear alguna de sus músicas. Hasta el grupo Metallica empezaba sus conciertos con El éxtasis del oro. Incansable trabajador, prolífico (es bien conocido que ha llegado a componer hasta 500 bandas sonoras), experimentador (desarrolló una carrera paralela dentro de la música culta), de talento desbordante… ha dejado una huella en la música de cine que será difícil volver a llenar. Se le echará mucho de menos.

Morricone nos dejó, pero su música sí que no va a dejarnos nunca.

 

Felipe Múgica

Licenciado en periodismo y escritor

RECUERDOS

A mitad de los setenta, una película con un monstruoso tiburón de protagonista triunfaba en las pantallas de todo el mundo provocando que muchos adolescentes, entre los que me encontraba, le tuviéramos un respeto al baño playero de por vida. Gran parte de ese temor lo infundía la música que representaba al escualo en cuestión. Pero también había otra película aquel verano, que venía precedida de un fuerte halo de respeto, y que se exhibía en dos partes dada su larga duración, lo que ya de por sí era sinónimo de seriedad y trascendencia.

En ella se contaba la historia de dos amigos, uno campesino y perteneciente, por tanto, a la clase trabajadora, y el otro el hijo del amo, rico y representante de las élites dominantes. Una amistad condenada al fracaso debido a la distancia social, que alcanzaba incluso la disputa por la mujer amada. Uno no podía por menos que identificarse con el protagonista, Olmo, porque en la mayor parte de esa crónica personal, metáfora histórica de la dura vida y la arriesgada lucha de los obreros durante la primera parte del siglo XX, la música representaba el himno de aquellos que se rebelaban frente a las desigualdades, al hambre que padecían y por el derecho a una educación digna como método revolucionario para alcanzar una nueva sociedad, verdaderamente democrática.

Esa música marcó una impronta en toda una generación, que desde entonces siempre supo qué era aquello de la conciencia de clase con tan solo escuchar unas breves notas de aquel himno cinematográfico. Una música, que además contaba la historia de una amistad imposible, y de un amor idealizado.

Desconocía entonces que Ennio Morricone contaba ya con un exitoso bagaje popular gracias a la fama alcanzada con su innovadora música dedicada al spaguetti-western, un género de serie B que a mis ojos adolescentes, resultaba zafio y vulgar en sus estertores, durante la década de los setenta, en la que primaba incluso la parodia del género. De manera que las onomatopeyas, las guitarras eléctricas y la original parafernalia rítmica que rodeaba a este tipo de música me resultaba desnaturalizada y, cuando menos, extravagante. Siempre me lo ha parecido, a pesar de haber descubierto obras de la altura de ‘Hasta que llegó su hora’, una de las cimas de ese subgénero, elevada a categoría de obra maestra. Pero esta música me hizo reflexionar sobre las cualidades de un compositor capaz de trabajar en una variedad tan diferente de películas, y por ende, sobre las posibilidades del talento musical en su expresión cinematográfica. Y desde luego, sobre el talante de su creador.

Me convertí en un seguidor de su música a través de las películas, y me enamoré de ese otro estilo refinado, sensible y profundamente evocador, por el que también se caracterizaba y que alcanzaría su cénit durante la década de los ochenta, con obras de la talla de Érase una vez en América; La Misión; El clan de los irlandeses; y Cinema Paradiso.

A partir de ahí, siempre esperé acudir a alguno de los principales auditorios de las ciudades más importantes para escucharle en directo, los que presuponía podían albergar un concierto suyo. Sin embargo, no fue en ningún Palacio de la Música donde tuve la oportunidad de escucharlo por primera vez. Fue en una plaza de toros, en Lorca (Murcia), donde aconteció tan esperada ocasión, en un recinto de una acústica poco adecuada y en el que se había instalado hasta un chiringuito para servir bebidas y bocadillos en pleno patio de butacas.

Allí, entre “chochos y regalías” (altramuces y golosinas, en la acepción local), escuché por primera vez en directo la música dirigida con emoción contenida por Morricone (cuyas formas podrían confundirse como inexpresivas y monótonas), que apareció detrás de una pantalla de metacrilato recordando vagamente al Papamóvil (es de suponer que para que el viento no le volara las partituras). Y allí su música desplegó su magia entre los aplausos de un público enfervorecido, sobre todo cuando interpretó su “trilogía del dólar”, que tantos reparos me había causado a lo largo de los años.

Y a pesar de la fama que le precedía por su agrio carácter, siempre recordaré que mientras tomaba un gin-tónic en un vaso de plástico después del concierto (el bar improvisado seguía activo), cómo el propio Maestro, en una irrupción pública inesperada en la arena de la plaza, me lo sostuvo pacientemente mientras me permitía dejar mis manos libres para poder sacar las carátulas que previsoramente llevaba en mi bolsillo por si se daba la improbable oportunidad de acercarme a su persona.

Se sentía popular y cercano, afable, cortés. Estaba feliz y sonriente. A la altura de su música.

Me firmó Novecento, por supuesto.

 

Frederic Torres

Veterano crítico de música de cine y ensayista

Coautor del libro colectivo “Tócala otra vez, Oscar”

Autor de “Alex North. El viajero impenitente”

Siempre Morricone

 

Empecé tarde mi pasión, que es hoy, la música de cine, pero desde muy pequeño me entusiasmaban las bandas sonoras de las series de televisión, películas, incluso los anuncios de la televisión.

Siempre fui muy aficionado al espagueti western y muy entusiasmado con la música que un tal Ennio Morricone componía para esas películas. Para mí era increíble que esa música pudiera darle tanto protagonismo a la película ya que incluía instrumentos muy peculiares que no aparecían en otras.

Fue a partir del año 2005 que, gracias a la Asociación de Amigos de las Bandas Sonoras de Baleares (ABABS), me introduje de lleno en este mundo tan apasionante y que tantas alegrías me ha dado. Prácticamente todo lo que escuchaba eran bandas sonoras, tenía que recuperar el tiempo perdido y con diferencia el mejor Compositor, para mí, era el Maestro Morricone, sin desmerecer a otros como Williams, Barry o Horner.

Era bastante difícil poder escuchar y comprar todo lo compuesto por el Gran Maestro, ya que hablamos de unas 500 bandas sonoras. La mayor parte de mi colección de música es de este gran Compositor.

En Septiembre de 2008 acudí a un concierto programado en Madrid de Morricone, que no se celebró ya que, según el Compositor, ni él mismo sabía de su celebración, denunciando a la organización por ello. Llegamos al lugar indicado pero allí lo único que había eran aficionados con las entradas en la mano pero sin el esperado concierto. Nos devolvieron el dinero y esperamos a ver si en otra ocasión teníamos más suerte.

Fue en el año 2011 cuando en un viaje a Roma nos enteramos que en la Plaza del Pueblo se iba a celebrar un Concierto de música de Cine gratuito. Cuando llegamos a la plaza había unas 10.000 personas y cual fue nuestra sorpresa que el propio Morricone dirigía la orquesta y era un concierto con sus bandas sonoras más conocidas. Fue un gran regalo sorpresa y una enorme emoción ya que no me lo esperaba.

Cartas a Ennio Morricone - SoundTrackFest - Gor Martínez - Poster

En otra ocasión también compramos entradas para un concierto suyo en Colonia, pero por problemas de salud se canceló.

Otro Concierto memorable y para mí el más entrañable fue en Roma en las Termas de Caracalla, donde gracias a Gorka Oteiza pude disfrutar y llorar de emoción, y donde mi ilusión de ver al Gran Maestro se pudo hacer realidad de nuevo.

Tampoco me quise perder el último concierto que hizo en Bilbao en mayo de 2019 y que fue, una vez más, muy emocionante, no solo por escuchar de nuevo su música, sino por poder compartir con amigos y aficionados esos momentos que no se pueden explicar con palabras, hay que vivirlos.

Para mí nos ha dejado el mejor, y tengo la seguridad que nunca vamos a tener otro igual. Dentro de 100 años se escuchará la música de este Compositor como un clásico que nunca pasará de moda y se estudiará como uno de los mejores de la historia.

 

Gori Martínez

Presidente de la Asociación Mallorca Plató Musical

Promotor de la Chamber Film Orchestra

Ennio Morricone, aspaldi goian egona*

 

Me invitan a escribir un texto de entre la selección que SoundTrackFest publicará para homenajear al gran Ennio Morricone con motivo de su triste fallecimiento. Un gran honor para mí, dentro de la tristeza que siento en estos momentos.

Supongo que en este caso me toca ser el novato de esta peculiar banda de forajidos. Y odioso es, sin duda, el motivo que me trae a realizar esta humilde aportación.

Me atrevería a decir que todo el mundo ha escuchado a Morricone sin saberlo, y eso, no tanto los premios y reconocimientos, es lo que convierte a un maestro en tal: el hecho de que sus obras se conviertan en referentes populares prácticamente universales, trascendiendo incluso a su propio autor.

Yo tendría no más de 6 años cuando en el patio de recreo me batía en singular duelo de pistoleros en la explanada entre los columpios y el tobogán mientras tarareábamos la melodía de “El Bueno, El Feo y El Malo”. Aquí todos sabemos que una buena banda sonora es crítica para que una escena de acción sea creíble. Y la buena música de Morricone hacía que nuestras manos fueran las pistolas más rápidas y nuestro juego mucho más épico.

Por supuesto, algunas balas me rozaron pero ninguna me hirió de gravedad.

El hecho es que Morricone ya estaba ahí sin nosotros saberlo y eso ya es de por sí una grandeza.

Durante la adolescencia trabé amistad con un fanático de los “spaghetti western” de Clint Eastwood y pasé no pocas tardes en casa de mi amigo Juan viendo películas de video VHS entre partida y partida de rol. Ahí descubrí formalmente a Ennio Morricone.

En aquella época no era tan sencillo conseguir música como lo es ahora, pero hacíamos lo que podíamos y recuerdo haber llegado incluso a grabar bandas sonoras directamente de los títulos de crédito de aquellas maltrechas VHS en una cinta de casette. Nos merecía la pena.

El siguiente hito en mi relación con Morricone llegó con “La Misión”. Debo confesar que en aquel momento tenía su música encasillada con aquellos westerns tan peculiares.

Al igual que con “El Bueno, El Feo y El Malo”, conocí “Gabriel’s Oboe” antes de saber quién era el autor (aquél loco mundo sin internet) y descubrir que el compositor de una música de estilos tan dispares era Ennio Morricone despertó mi curiosidad.

Compré el CD original (cosa que tampoco era fácil en aquella época donde las ediciones de bandas sonoras no abundaban precisamente en las tiendas de discos) y esa música se convirtió en una de las bandas sonoras de los momentos más dulces de mi noviazgo con la chica que hoy día es mi esposa. Siempre viajó con nosotros en aquél entrañable Citröen AX granate una copia en casette de aquella banda sonora.

Más adelante compraría “Los Intocables”, “Cinema Paradiso”,… por mencionar algunas. Y no quiero dejar de recordar que fue su composición para “The Hateful Eight” la que me sirvió de banda sonora durante la lectura del fantástico cómic “Texas Jack” de Dimitri Armand y Pierre Dubois (que aprovecho para recomendar a los aficionados al cómic de western) durante el reciente confinamiento por la COVID-19.

Podría escribir el triple de lo que llevo versando sobre la prolífica obra de Ennio Morricone y seguramente descubriría por el camino que algunas melodías que tarareo son suyas sin yo saberlo, pero me piden que no me extienda demasiado.

En euskera, el idioma de los vascos, se suele conmemorar a las personas fallecidas diciendo “goian bego” que traducido al español podría ser “en las alturas esté”. Pensando en esto caía en la cuenta de que en el caso de un maestro de la talla de Morricone, tanto personal como artística, ya estaba tan arriba que su fallecimiento tan solo implica consolidar su título pasando de “Leyenda Viva” a “Leyenda Inmortal”.

Por eso imagino que, en caso de existir el proverbial Cielo, el Maestro Morricone apenas tuvo que dar un paso a un lado sin necesidad de ganar altura. E imagino su entrada en tal paraíso franqueado por músicos del pasado en un paseo triunfal mientras interpretan su genial “Il triello”.

Ennio Morricone, goian bego maisu handia.

* Del euskera: “En las alturas desde tiempo atrás”

Javier Vicente

Nieto de poetas. Protector de estrellas. Cautivo del cielo

Superhéroe a tiempo parcial. Friki sin remedio

El mundo del cine llora esta semana la pérdida de uno de sus nombres fundamentales, no sólo de la música de cine sino del cine en general, Ennio Morricone. Creador de una inmensa obra que abarca más de 500 composiciones para el cine, la televisión y las salas de concierto.

Para mí, pensar en su trabajo me retrotrae a la infancia y a mi primera toma de contacto con su música, que fue con La Misión (1986), película que me impactó de un modo especial, convirtiéndose en una de mis películas preferidas. En aquella época me encantaba el cine pero todavía no era capaz de comprender la importancia de la música como elemento narrativo fundamental. Sin embargo esa música se quedó grabada a fuego en mi memoria y cada vez que revisito la película me doy cuenta de que no es posible imaginarla sin esa música capaz de dotarla de significados que no podríamos captar solo con la imagen. Lo que la convierte en una verdadera obra maestra de la música cinematográfica.

No fue hasta mi etapa universitaria cuando comencé mi verdadera afición por la música cinematográfica y el maestro Morricone se convirtió en uno de mis compositores favoritos. Si hay algo que destacar dentro de su amplia filmografía es su capacidad camaleónica para componer para todo tipo de géneros y cinematografías. Así como su capacidad innata para la experimentación, teniendo la capacidad de generar música y melodías con los más diversos instrumentos, incorporando el uso de sonidos de todo tipo desde gritos, silbidos, disparos, etc, como parte de sus melodías.

Fue en una tarde del año 2000 cuando en un programa de RNEclásica tuve la oportunidad de escuchar el concierto que hizo para la Academia Nacional de Santa Cecilia. Este concierto supuso un antes y un después en mi apreciación de la música del Maestro. Pude grabarlo en una cinta de audio y estuve durante semanas escuchándolo. Siempre que lo ponía lograba emocionarme con sus melodías. En este momento, comencé a buscar y escuchar toda la música que pude compuesta por  él, y el asistir a uno de sus conciertos se convirtió en una de mis ilusiones.

El 10 de Noviembre  de 2006, casualmente el día de su 78 cumpleaños, tuve la oportunidad de asistir al concierto que dio en el Palacio de deportes de Santander. Fue una invitación maravillosa de mis tíos Fernando y Pili que vivían en Santander y que sabían de mi afición al cine. Era la primera vez que pude verle en directo y fue una experiencia memorable a todos los niveles. Era uno de mis primeros conciertos de música de cine y el poder ver a este genio en directo dirigiendo durante más de 2 horas a la Roma Sinfonietta fue una experiencia de las que no se olvidan. El programa fue fantástico y hacía un recorrido bastante completo a toda su filmografía. El concierto tuvo un broche de oro cuando la orquesta, en los bises, le tocó el cumpleaños feliz y todo el público en pie nos pusimos a cantarle. Fue un momento único y especial el ver a Ennio Morricone visiblemente emocionado agradecer el detalle.

No fue hasta Noviembre de 2018 cuando tuve la oportunidad de verle de nuevo en París en su gira “The 60 Years of Music Tour” gracias al fantástico detalle que tuvieron mis amigos como regalo de mi cumpleaños. En este momento ya había escuchado y profundizado mucho mejor en la obra de Morricone y estaba leyendo el libro en formato entrevista “En busca de aquel sonido”, por lo que pude captar mucho mejor los detalles de su música.

El poder ver de nuevo al Maestro en vivo dirigiendo con una energía admirable aún a pesar de su avanzada edad y de que se tuvo que mantener sentado durante todo el concierto, muchos de sus himnos fundamentales (Cinema Paradiso, Nostromo, Novecento, La misión, Érase una vez en América, Hasta que llegó su hora,….) fue un momento inolvidable. En ese momento pensé que sería la última oportunidad que tendría de ver en directo a este genio de la música  cinematográfica.

Lo que no imaginaba es que tendría la oportunidad de verle de nuevo y por última vez como parte de su gira de despedida (The Final Concerts World Tour) en Madrid, en mayo de 2019. Esta gira se convirtió en el broche de oro de la carrera del gran maestro de la música cinematográfica. Fue un concierto extraordinario con un repertorio exquisito que recorría grandes momentos de su obra y que nos hizo vibrar de emoción a todo el público presente en el Wizink Center. La despedida más sentida que pudo tener este genio en conexión con su público. Una demostración de la capacidad, la fuerza y la entrega a su arte que siempre tuvo hasta el último momento.

Solo podemos decir que en realidad este genio del cine no se ha ido porque su música y su cine siempre seguirán emocionándonos, y esto es lo que hace que el legado de Ennio Morricone sea inmortal.

¡Gracias por tu arte, Maestro!

Luis Rico

Aficionado a la música de cine/SoundTrackFest

ENNIO MORRICONE, EL MITO

Con la muerte del genio, nace el mito. Nacen las ganas de encontrarse con su música de nuevo y emocionarse. Desempolvar el tocadiscos y poner un vinilo suyo, o coger ese CD de la estantería y subir el volumen hasta conseguir silenciar a los “traperos” que están escuchando a Yung Beef en un altavoz Bluetooth dando el coñazo. Pero sobretodo nace/apetece un paseo por la nostalgia como la que sentía Totò.

Muchos van alabar (o lo han hecho ya en estos días de luto) su genialidad, su buen hacer y lo que aportó y donde dejó más impronta irrepetible. Hablo sin duda del “spaghetti western”. En esa faceta del maestro los deberes están más que hechos. Seguro que mis compañeros lo han sabido desgranar con precisión.

Por lo tanto como en mi ADN llevo un poco de “rara avis” quiero que os adentréis conmigo en la oscuridad, en la serie B con alma de cult, en los exploits más descarados o en los slasher con sabor a boloñesa. Porque Morricone era y es al Spaghetti Western, lo que Morricone era y es al “Giallo”. Seguramente los fagocitadores del videoclub, amantes del terror, estén conmigo en que es injusto no reconocer la aportación inmensa en trabajos realizados para el género. Ya sea por pasión, dinero o necesidades artísticas, Morricone compuso música a un buen número de títulos que abrazaban la maldad.

Dos minutos de tentaciones

¿Sabéis en qué consiste el juego de “dos minutos de tentaciones”? Si no lo sabéis, buscadlo en Google. Quien lo conozca entenderá lo que a continuación van a leer. Descubrí de forma inconsciente y por desconocimiento absoluto la figura del compositor a una edad temprana y a través del miedo; me explico: un Pre-imberbe y sociópata en potencia encontró su filón de entretenimiento gracias al vídeo comunitario, un contenedor maravilloso dónde podías encontrar desde la serie animada Rainbow BriteEl Chavo del 8 o cine de todo tipo (incluido el terror). Durante el visionado de EL EXORCISTA II me era imposible no cerrar los ojos por todo el pavor que sentía viendo la película. En esos intervalos en los que mis ojos permanecían cerrados solo escuchaba la música que sin entender mucho ya me generaba cierta intranquilidad y mal rollo. Esos timbales que tomaban relevancia en según qué tema, los coros de ultratumba y una atmósfera creada que hacían rechinar los dientes producía en mí un interés grandioso. Con aquella edad la figura del compositor me importaba cero. Cuando la inquietud por el mundo de las bandas sonoras vino para quedarse en mí es inevitable empezar por los más grandes y él lo fue y lo es. Pasados los años me resulta entrañable saber que “mi primera vez” con Morricone fue como el juego de “Dos minutos de tentaciones”. Haber disfrutado algo del desconocimiento más absoluto y cuando tomas conciencia te estalle la cabeza.

Exploits Entrañables

Hará un par de semanas por casualidad haciendo zapping me topé con Tiburón 2 en el canal Trece y son de estas películas que da igual que esté empezada, un servidor acaba viéndola hasta el final. La sorpresa fue que una vez acabada la secuela de Tiburón comenzaba sin dejar respiro a los créditos finales y en gloriosa programación doble un descubrimiento total, ORCA, LA BALLENA ASESINA. Ni en un “Trash entre amigos” a nadie se le ocurriría esta sesión doble de terror marino. Para sorpresa mía fue descubrir entre los créditos el nombre de Ennio Morricone firmando la música. Evidentemente este fue motivo más que suficiente para continuar frente al televisor un buen rato más. El filme era bastante pobre y sólo me interesaba la utilización de la poca música que el maestro había compuesto. Un exploits descarado de Tiburón, tan descarado como lo pudiera ser EL ANTICRISTO de El Exorcista de Friedkin y que el propio Morricone cerraría el círculo componiendo la secuela (EXORCISTA II). En la BSO de EL ANTICRISTO compartía créditos con Bruno Nicolai. Descubrir al compositor en trabajos tan dispares sólo venía a confirmar lo inabarcable de su obra y su talento, convirtiéndole en un compositor total.

Giallo, “Cosas” y  el Licántropo…

El género del Giallo no se puede entender sin estos nombres: Dario Argento, Lucio Fulci o Mario Bava (sé que alguno más). Todos tienen en común a Ennio Morricone.

El maestro forma parte sin duda de aquella época dorada del cine fantástico y terror italiano en los 70´s. Su maestría y no la casualidad hizo que su música quede para siempre en títulos tan importantes como CUATRO MOSCAS SOBRE TERCIOPELO GRISUNA LAGARTIJA CON PIEL DE MUJER EL GATO DE 9 COLAS, por refrescar algunos.  No sólo por moda o época dorada del Giallo, Morricone estuvo creando música, fue fiel a Dario Argento en los 90´s en producciones como EL SÍNDROME DE STENDHAL o EL FANTASMA DE LA OPERA. En resumen, no se puede negar que era un alma libre y fiel a su inclasificable estilo.

Todo lo anterior mencionado puede ser o bien desconocido para la gran mayoría o simplemente ensombrecido por la que es y será recordado como la mayor aportación al terror por parte del compositor italiano, y es que hablamos de LA COSA de otro maestro como lo es John Carpenter. Un binomio perfecto que formaron para regalarnos una obra maestra.

LOBO quizás genera más rechazo que simpatía. Yo soy de los que encuentra virtudes en la película de Mike Nichols y disfruto de la partitura que le aporta sensaciones emocionales y profundas en comparación con otras películas que se dedican a reforzar la tensión y no a crear conflictos del propio personaje.

Que nos quiten lo bailao

Esa frase en plural fue la primera que escribí a unos amigos mientras aún estaba en shock por la noticia del fallecimiento. Hacía referencia a lo afortunado que me sentía/nos sentíamos por poder haber asistido a uno de sus últimos conciertos. Conseguir las entradas y verlo en directo casi por última vez (ya que fue anunciada la retirada en Junio de 2019 en Roma) era y es un placer cercano al que pudo sentir Steve Kerr al meter el triple contra los Utah Jazz. Saber que tienes una oportunidad y aprovecharla hasta conseguir el éxito. Uno siente que va a asistir a un evento que será recordado siempre; algo mágico y al que no se debería de poner “peros”, o yo por lo menos no lo hice. Lo disfruté muchísimo y lo taché de mi lista de sueños por cumplir.

Fino A Sempre Padrone

Se ha ido uno de los dos mejores y ante eso no hay debate posible. Un genio que realizaba cine con sus notas. Un nombre reconocible por todos e incluso por los que no tengan ni un mínimo de conocimiento en música de cine.

Maestro, usted deja un hueco enorme imposible de ser ocupado por nadie. Pero también nos deja una rica herencia con olor a pólvora desde el desierto de Almería, la inmensidad de las cataratas de Iguazú, el rojo intenso de la sangre del Giallo, la fe, la crítica, la ley seca en Chicago, nos quedan aquellos días en Sodoma y la nieve camino a Red Rock.

Nos queda la mirada y la nostalgia de Totò cada vez que busquemos en su obra. Gracias por tanto y tan bueno.

Hasta siempre maestro.

Rafael Melgar

Realizador y fotógrafo

Cuando alguien a quien no conocemos pero que ha marcado tanto nuestras vidas nos deja, intentamos buscar la manera de expresar con palabras ese vacío. Buceamos entre noticias que repasan su biografía, datos, anécdotas que conforman al personaje o unas no menos contundentes palabras que él mismo nos dejó antes de partir: “Yo, Ennio Morricone, he muerto”.

Ante esa certeza que aún no podemos creer, encontramos otros mensajes, tuits, comentarios en redes sociales en los que ese personaje, ese Maestro, ese “huraño” pero profundo ser humano, se nos muestra no solo por lo que hizo sino por la huella que dejó en nosotros. Es entonces cuando descubrimos en otros las palabras que estábamos buscando, lo que ha evocado en nuestra existencia alguien que con su música llenó los vacíos para, como él mismo decía, narrar aquello que no podía contarse en imágenes.

Y es que la música tiene ese poder de unión universal. No pocas personas han reaccionado ante la muerte de Morricone recordando momentos especiales de sus vidas o de sus seres queridos. Escuchaba hace poco el tema principal de La Misión, dirigido por el propio Morricone, y no pude evitar estremecerme no solo por su música sino porque siempre me recuerda esos primeros descubrimientos de bandas sonoras en mi niñez y cómo eran admirados por mi madre o mi abuela, incluso sin ver la película ni ser grandes cinéfilas o melómanas. No hace falta serlo para que esa “música de cine”, como a él le gustaba decir, encienda esa emoción y se propague hasta ponernos la piel de gallina.

Y con esos recuerdos nos quedamos, más allá de que las personas que nos han influenciado de una forma u otra se marchen. La memoria es así de caprichosa. Esconde aquellos fotogramas que nos empeñamos en censurar para, de pronto, cuando menos lo esperamos, nos haga llorar al aparecer proyectados en un cine abandonado en forma de besos robados.

Reme Díaz

Apasionada del cine y las bandas sonoras

Escribe en el blog Theendornotblog.wordpress.com

Articulista colaboradora en SoundTrackFest y Metodologic.Net

Ennio Morricone y yo

Crecí pegado a un proyector de Super-8. Junto a mi amigo de la infancia ayudábamos a su padre a proyectar películas en un sinfín de enclaves de mi ciudad. Eran mis vecinos del piso de arriba. Cargábamos el proyector, un amplificador de sonido, las bobinas… todo cabía milagrosamente en un turismo minúsculo que nos llevaba a repartir magia a mil lugares y para públicos realmente dispares. Años después mi vecino se quemó las manos cuando se le prendió una vieja bobina de nitrato. Era un filme antiguo el que había estado manipulando y era altamente inflamable. Y es que crecí viendo cómo repasaba los rollos de película y cómo, tan sólo accionado la palanca de puesta en marcha, se hacía la luz y comenzaba la magia del cine. Todo eso, junto con las sesiones dobles de cine matinal de mi niñez y junto a formatos como el vídeo Beta, me hicieron cinéfilo hasta la médula, sin que pueda evitar sentirme identificado en cierta medida con los personajes de Cinema Paradiso.

He crecido con la serie B, los Spaguetti Western, el Giallo… y con Ennio Morricone, importante culpable de mi amor incondicional por el cine y su música. Y no solo por ser el autor de las bandas sonoras de varias de mis películas favoritas, tales como Érase una vez en América, Hasta que llegó su Hora, Agáchate Maldito, etc, sino porque viví interminables horas descubriendo bobinas olvidadas, muchas de ellas “casposas” coproducciones de terror y misterio donde el gran compositor romano incomodaba al personal con sus sonidos enigmáticos, sus voces femeninas y sensuales, sus extrañas mezclas de sonidos y de estilos… Todo eso ocurría en las proyecciones de nuestro cine club privado, donde cualquier formato servía para pasar una tarde inolvidable, con copias en Super 8,16 mm o 35 mm que a veces se encontraban muy estropeadas, pero que igualmente nos entusiasmaban.

Ennio Morricone siempre fue un genio capaz de hacerme sentir mil sensaciones; por eso lo asocio a algo en las tripas y no sólo en el corazón. El pájaro de las plumas de cristal, El gato de las nueve colas, ¿Quién la ha visto morir?, Una lagartija con piel de mujer, Spasmo… son tantas las películas sugerentes de ese cine europeo tan especial… y tantos los descubrimientos sonoros de mi infancia… Una niñez en la que muchos de nosotros grabábamos la música directamente del televisor y en cinta de casete. Yo también la grababa en mi cine privado. Y puedo considerarme enormemente afortunado por haber tenido (y tener) acceso a una sala propia de proyecciones y por sentir ese enorme amor al cine y la música.

Por todo esto Ennio Morricone siempre será mucho más que La misión o Los intocables. Morricone representa una magia multiuso, con un estilo propio y reconocible, con personalidad y con oficio. Un compositor capaz de emocionarme con temas sinfónicos, románticos y sedosos, con piezas atonales y oscuras, con tracks de corte pop y ritmos comerciales. Cualquier clase de registro siempre tuvo cabida en su universo único y especial. Todo un mundo enigmático que siempre fue de enorme inspiración para otros autores. Sería muy extensa la cantidad de ejemplos que podría enumerar de cómo encontraba referencias a Morricone aquí y allá. Pequeños hallazgos que siempre me emocionaban y me hacían amar más aún su música. Pero citaré una, que suele ser la que siempre se me viene primero a la mente: aquel episodio de una entrañable película de Nani Moretti, Caro Diario, en la que el director y unos amigos, rumbo a la isla de Estrómboli, hacen referencia al maestro y su inolvidable tema central de Agáchate maldito, quizás mi banda sonora favorita de él. Cuando amas la música de cine de un modo inexplicable y con verdadera pasión, es cuando anécdotas tan inofensivas como esta en concreto te remueven algo por dentro que no se puede describir con palabras.

He tenido la suerte de asistir a dos conciertos de Ennio Morricone. El primero en Sevilla, donde presentó mundialmente su banda sonora para La leyenda del pianista en el océano. Allí donde puede acercarme a él para la foto de rigor que luego sería un tesoro, así como para pedir algunos autógrafos. Fue justo el día antes de casarme.

Mis amigos siempre bromearán por ello, pero yo entendí el acudir a esa cita con el mito como algo natural: Ennio Morricone en concierto a dos horas de mi casa… ¿cómo me lo iba a perder? Era una ocasión única. Décadas después pude ver a un Morricone envejecido, estropeado físicamente pero aún mayor leyenda viva. Fue en Madrid durante su gira final de conciertos. Todos teníamos la convicción de que no sería la última. Morricone parecía eterno y aún hoy creo que lo es. En efecto: su música lo es y el mito jamás morirá.

Sergio Hardasmal

Revista Acción

Autor de los libros “La Música de Basil Poledouris” y

“John Barry, de James Bond a la Eternidad”

Él se va, su música se queda…

Condolencia unánime en el mundo de la música, el legado y la huella que ha dejado pasará a la historia por los siglos de los siglos como uno de los mejores compositores de los siglos XX – XXI. Voy a intentar ir más allá de mencionar sus más famosas e imprescindibles obras.

Ennio trabajó para películas de varias nacionalidades, entre ellas en varias españolas y quiero destacar, dado que además soy muy devoto de todo lo que tenga que ver con «la historia de la guerra civil española» su trabajo en La luz prodigiosa que me dejó muy marcado, especialmente su canción final.

Ahora mismo me estoy arrepintiendo de no haber estado atento y más activo y haberme propuesto en serio asistir en directo a alguno de los últimos conciertos que Ennio Morricone dió por ejemplo en Bilbao o en Madrid… el único directo que he visto de él es el editado «Live in Venice» de 2007 en casa en la tele y con sonido en DTS 5.1, y es una sensación distinta… (que no por ello tiene que ser peor)…

La primera banda sonora de Ennio Morricone que me marcó de verdad y la que más habré escuchado de él, al igual que el film, fue la de «Los Intocables» la cual conseguí al poco de ver la película, el tema «The strenght of the righteous» como «Al Capone», totalmente descriptivo al personaje que hace mención, o la más emotiva melodía «four friends» que suena tras morir Malone arropado en los brazos de Elliot Ness. No muchos años después, ya entrados en los 90, Tele 5 utilizó como sintonía para la cabecera de la película «5 estrellas» que emitía siempre los viernes por la noche el tema orquestal principal de «Los Intocables», (https://www.youtube.com/watch?v=3Pd35CrRHVU). Cabe destacar que la vida entonces no era como ahora que das 2 clicks al ratón y te pones la película que quieras, son muchas las veces que vi esa cabecera previa a la película de la que se suponía que era de categoría especial (esto no siempre ocurría).

La misión es otra de sus obras más aclamadas. Esta película la vi de niño, en las horas de descanso del comedor del colegio y aconsejados por nuestro profesor de música, remitiéndome a un lenguaje infantil recuerdo haber dicho tras verla «me ha parecido una mierda, un aburrimiento, pero la música está chulísima». Se me quedaron grabados los temas y aunque nunca más he vuelto a ver la película, la banda sonora si la escuchado en innumerables ocasiones… cabe destacar también , pues es algo que muy pocas veces ocurre, que la película sea un rotundo fracaso en taquilla (y casi que de crítica también) y la banda sonora, inesperadamente, un éxito y esto solo lo consiguen los genios como Vangelis en «1492:conquista del paraiso» o Ennio Morricone en esta «La Misión».

Ennio además con varias de sus composiciones ha atravesado el mundo audiovisual y de mayor reconocimiento para el mundo de la música en general, y así, no es de extrañar que incluso la banda de Heavy-metal Metallica realizara un cover de su pieza «The ecstasy of gold» para su conciertos con la orquesta de San Francisco «S&M 1 y 2».

Como anécdota adicional me gustaría contaros también que mientras jugué al largo juego del oeste Red Dead Redemption (me refiero al 1… en el 2 cambió la cosa para mucho mejor) y aunque la banda sonora aislada de este en escucha aislada si me deleitó, no me gustó como estaba implementada en el juego con demasiados «silencios/momentos sin musicalizar», así que no dudé en colocar un pen con un amplísimo recopilatorio (unos 200 temas…) de Ennio Morricone de sus películas del oeste que me acompañaron durante las larguísimas horas de juego. Es una de las pocas veces que he jugado a videojuegos sin estar de fondo su propia banda sonora original.

Con todo, el nombre y el legado que deja Ennio Morricone para la historia de la música es inmenso y aunque ya no escucharemos nada nuevo de él, no dudéis que sus temas seguirán siendo escuchados y venerados, mirad sino por ejemplo a Quentin Tarantino, quien en casi todas sus películas ha comprado la licencia de uso de alguno de sus inolvidables temas.

Tony Alicante Spain

Escuchando música que es la gimnasia del alma