Film Symphony Orchestra – Gira HENKO – Valencia – Noviembre 2023 [Resumen Concierto]
La Film Symphony Orchestra – FSO bajo la batuta de Constantino Martínez Orts arrancó en septiembre en Madrid su gira para 2023/2024: HENKO (leer más).
Nuestro compañero Frederic Torres acudió al concierto del 11 de noviembre en Valencia y nos deja este detallado artículo para SoundTrackFest.
EL CONCIERTO
Desde que la Film Symphony Orchestra recuperara su actividad tras el obligatorio parón que supuso la pandemia, su director y fundador, Constantino Martínez-Orts, tuvo la feliz idea de bautizar con un nombre-concepto las nuevas giras de su orquesta, siempre con programas constituidos con temas y suites pertenecientes a la música de cine. Así, a Fénix (símbolo de renacimiento – leer más), le siguió el año pasado Krypton (el planeta nativo de Superman, ya que la gira estuvo dedicada a los «Héroes y Superhéroes» – leer más), y este año la palabra clave elegida ha sido «Henko«, que más que una denominación es un concepto, dado que se trata de una denominación japonesa que define «un cambio desde dentro y sin retorno«, en palabras de la propia web de la FSO, «un avance sin vuelta atrás al objeto de alcanzar cambios transformadores que nos conviertan en una mejor versión de nosotros mismos«.
Con esta idea en mente, Martínez-Orts confecciona un programa variado, en la mejor tradición de la casa, en el que junto a algún éxito actual (caso de la obertura de la televisiva Obi-Wan, de John Williams) se intercalan otros de gusto propio (Apolo 13, Las Normas de la Casa de la Sidra, La Roca, Harry Potter y el Cáliz de Fuego, etc), salpicados de algunos clásicos inmortales (El Capitán Blood, el tema de amor de Espartaco, una suite de Desayuno con Diamantes, otra de El Padrino, parte II), y de alguna que otra sorpresa fuera de programa. Más o menos lo que la gira de la FSO propone todos los años, pero con una especie de denominador común que puede que resulte tan amplio que dentro quepa de todo, pero que indudablemente ofrece la concreción suficiente como para que el público, siempre masivo en los conciertos de la FSO (volvieron a colgar el cartel de Sold out), reconozca mediante una sola palabra (se trate de la que se trate) el nuevo espectáculo de la FSO.
Porque a eso va a asistir el público, a un espectáculo musical que se conjuga con un impresionante despliegue de luces y colores, que podrá gustar más o menos a los seguidores de los conciertos en sala, pero que Martínez-Orts ha sabido consagrar como marca de la casa. Nadie se lleva a engaño, en este sentido. A pesar de llevar ya más de una década en activo, pues el primer tour, confeccionado con música de John Williams, se llevó a cabo allá por 2012, la formación se caracteriza por su juventud y por ello tal vez se le podrá reparar cierta inexperiencia, pero es indudable que también ello significa vitalidad y una voluntariedad imprescindible para ejecutar alrededor de unos setenta conciertos anuales, algunos de ellos en sesión doble, como fue el caso del que este cronista tuvo ocasión de asistir el día 11 de noviembre de 2023, en el segundo pase del día, a las 21:00 horas (y que prácticamente nos llevó al filo del día siguiente, al terminar cerca de la medianoche), tras el realizado por la tarde, a las 17,00 horas. Con estas premisas en mente, el lector puede hacerse una idea de la energía necesaria para acometer tal proyecto, máxime cuando su responsable ha sido recientemente padre de mellizos (al que de nuevo volvemos a otorgar la enhorabuena por tan feliz circunstancia) y en absoluto tiene garantizado el descanso al término de su extensa jornada laboral.
El programa del concierto fue el siguiente:
En este sentido, y sin ningún prólogo didáctico/divulgativo introductorio de los que caracterizan a Martínez-Orts en su encomiable labor didáctica a la hora de presentar cada una de las interpretaciones musicales (contextualizada tal vez en demasía con respecto a los premios Oscar), comenzó el concierto con la canción del film de la franquicia Bond, Skyfall (2012), que en el original cantó la británica Adele (y por el que la película recabó un Oscar), y que aquí interpretó la vocalista Anaís Sancruz. Un comienzo espectacular e inesperado, ya que no figuraba en el programa. La potente voz de la cantante, junto a la amplificación de la orquesta (la mejor manera de escuchar la música en el recinto del Palacio de Congresos, que no está diseñado para conciertos sinfónicos), más el juego de luces que entró en acción desde ese primer momento, impactaron en el expectante público que aplaudió a rabiar el final de la canción y el inicio del concierto.
Seguido, nos fuimos por derroteros más clásicos, al continuar con una suite de El Capitán Blood (1935), del austro-húngaro Erich Wolfgang Korngold, al que el director de la FSO recordó, con razón, como uno de los mayores exponentes de la generación de la época dorada de Hollywood (ganador de dos Oscar, y no de tres, como comentó Martínez-Orts, en una pequeña equivocación sin más importancia). A éste le siguió el melódico y conocido tema de amor de Espartaco (1960), que compuso el gran Alex North (al que este cronista dedicó un libro, Alex North. El Viajero Impenitente, 2016), y al que el director reivindicó al exponer algunas características de su estilo, más contemporáneo y vanguardista del que dominaba en Hollywood por aquellos años en que triunfaba la música de Miklós Rózsa y su monumental Ben-Hur. Así, Martínez-Orts expuso bien el interés por la introspección sicológica de North, contraponiéndola a la grandeza épica de los péplums de Hollywood, aunque el tema de amor brillara más por su melodismo que por cualquier técnica moderna.
La orquesta entró de lleno en materia con la suite dedicada a Apolo 13 (1994), del malogrado James Horner, de la que se ofreció una suite y en la que destacó el carácter de «americana» de su música, a la que contribuyó de manera notable el solo de trompeta de Carlos Conejero, ejecutado con solvencia y brillantez. El director volvió a convocar un nuevo clásico, en este caso El Padrino, Parte II (1974), de Nino Rota, explicando el porqué de la presentación de la segunda parte y no de la primera, siendo la mayor razón esgrimida la del Oscar conseguido por esta partitura, tras haber sido descalificado (por autoplagio) el compositor italiano de la carrera por las preciadas estatuillas un par de años antes cuando trabajó para la primera entrega, debido al empecinamiento de su director, Francis Ford Coppola, en emplear un tema de una antigua película de Rota, titulada Fortunella (1958). Una suite en la que se escuchó el tema de amor en forma de vals, metáfora de las muertes efectuadas en forma concéntrica alrededor del protagonista del film.
A continuación, se volvió a dar otro salto para abordar La Roca (1996), un trabajo firmado por Hans Zimmer y algunos de sus discípulos, como Harry Gregson-Williams, y Nick Glennie-Smith, aunque éste fuera finalmente despedido de la producción, desapareciendo incluso de los créditos fílmicos. La impronta de Zimmer resultó evidente, tal como indicaba Martínez-Orts, con evocaciones constantes a trabajos exitosos posteriores como la franquicia de Piratas del Caribe o Gladiator, así como la metodología colectiva que siempre ha caracterizado a la denominada «factoría Zimmer», también explicada por el director. El resultado fue una proteica suite provista de una epatante percusión en la que, tal como ha quedado dicho, el público podía ya entrever armonías y formas empleadas más tarde en otras obras del polémico artista teutón.
Casi al filo de la de la primera parte, llegó una suite trekkie compuesta de varios títulos de la franquicia, tanto cinematográficos, como televisivos, de manera que se comenzó con el famoso tema que compuso el (habitualmente) orquestador Alexander Courage (ejerciendo de compositor y creando uno de los temas más icónicos de la historia del medio), allá por mitad de los sesenta, para proseguir con el tema central de la serie Star Trek: Voyager (1995-2001), debida a Jerry Goldsmith (otro de los habituales de la saga), para seguir con Misión: Salvar la Tierra (1986), título con el que se estrenó en España la cuarta película de la saga original, con música de Leonard Rosenman, reconocible por sus características pirámides de metal, para proseguir con Star Trek VI: Aquel País Desconocido (1991), del por aquel entonces principiante Cliff Eidelman, que cerró dignamente la saga de las seis primeras películas con la tripulación original de la Enterprise, antes de introducir el brillante y dramático tema compuesto por Michael Giacchino para el reboot perpetrado por J.J. Abrams en 2009, titulado simple y llanamente, Star Trek. Los juegos de luces lucieron aquí de lo lindo acompañando la ejecución, tal vez demasiado efímeras, de todo este entramado de temas trekkies.
Por último, y para concluir esta primera parte, se abordó de manera extensa mediante una suite, la música que el escocés Patrick Doyle compuso para Harry Potter y el Cáliz de Fuego (2005), que supuso la cuarta entrega de esta famosísima franquicia, en la que está presente el tema de Hedwig compuesto por Williams, pero con ciertas distorsiones que preludian aspectos tenebrosos, y en la que también estuvieron presentes los toques étnicos (irlandés y búlgaro) de los respectivos equipos en liza, así como el himno compuesto por Doyle para la película.
La segunda parte se inició tras la habitual interpretación de diez breves fragmentos de partituras más o menos conocidas al objeto de proceder al tradicional sorteo de un viaje a Hollywood para dos personas entre aquellos acertantes de la quiniela musical, tras la cual Martínez-Orts ofreció una obertura arreglada por la propia mano de Henry Mancini, sobre su oscarizada partitura para Desayuno con Diamantes (1961), la película que protagonizó Audrey Hepburn y que marcó un antes y un después en el género de la comedia sofisticada. Un arreglo muy propio de la época en el que curiosamente Mancini (uno de los máximos impulsores del mercado discográfico) abre y concluye el desarrollo musical con un exceso de épica (pensado para el público de la época), que contrasta con la sutileza melódica de su canción, la también oscarizada «Moon River», sobre la que se vertebra una partitura dramática e intimista.
Acto seguido, se tuvo la oportunidad de escuchar una de las apuestas más personales de Martínez-Orts, como fue la elección de la bella partitura de la británica Rachel Portman para Las Normas de la Casa de la Sidra (1999), la primera mujer en ganar un Oscar por su trabajo en Emma en 1996, tal como recordó Martínez-Orts, quien también comentó que se trataba de una partitura que le entusiasmaba personalmente y que no fue reconocida por la Academia hollywoodiense, en una clara injusticia. Como quiera que sea, fue uno de los grandes momentos de la noche, en el que ya a esas alturas lo de menos era la inclusión o no dentro del concepto esgrimido alrededor de la palabra «Henko» al principio del concierto. El piano, ejecutado por Bauti Carmena, llevó el peso melódico de la obra de una compositora poco pródiga en películas de acción o ciencia-ficcción, más inclinada y proclive al drama y la comedia romántica.
A partir de aquí, con la excepción de Siete Años en el Tíbet (1997), una de las pocas partituras que la FSO no había abordado en sus anteriores giras dedicadas a John Williams, y que tampoco dispuso de nominación al Oscar (sí, en cambio, a los Globos de Oro, que no ganó), caracterizada por la interpretación solista de la cellista Rocío Fuentes, en su difícil papel de emular al gran Yo-Yo Ma, quien interpretó la pieza original para la película (y su consiguiente edición discográfica), y que lo dio todo porque sonara de la mejor manera posible, es cuando percibió cierto cansancio entre los integrantes de la FSO que la acompañaban, dado que acometer dos conciertos de esta magnitud en el mismo día es una cuestión complicada para aquellos que han de llevar a cabo la ejecución.
Como quiera que fuera, el público siguió reaccionando de manera positiva y aceptó de buen grado las suites y canciones dedicadas a films animados que siguieron a continuación, como Mulán (1998), de Jerry Goldsmith, que contó con la puntual interpretación de Sancruz, quien interpretó también, en castellano, «Colores en el Viento», la oscarizada canción de Alan Menken para Pocahontas (1995), después que la FSO diera cuenta de Ice Age 2: El Deshielo (2006), debida al especialista en películas animadas, John Powell, a quien Martínez-Orts alabó e incluso llegó a sugerir como uno de los posibles sucesores de John Williams. De este, precisamente, fue el tema estelar de la noche, el que el compositor escribió el año pasado, 2022, para la serie Obi-Wan, otro de los pocos personajes importantes de la saga Star Wars que estaba carente de leiv-motiv. Martínez-Orts hizo su arreglo y lo concluyó con la fanfarria central de la saga.
Como conclusión del concierto, también recurrió al compositor norteamericano para interpretar los títulos de crédito finales de Indiana Jones y el Templo Maldito (1984), la segunda película de la pentalogía del personaje, que además de la marcha de los «Niños Esclavos», el exótico tema dedicado a «Tapón», y el de amor para la relación entre Indy y Willie, se abrió y cerró, como no podía ser de otra manera, con la popular marcha del tema central.
Y a pesar de la avanzada hora nocturna, Martínez-Orts ofreció como bis una breve suite de la música del conocido juego Super Mario Bros, del japonés Kôji Kondô, quien dio en la diana con su fusión entre música orquestal, latina y jazzística. Sorprendente colofón a un concierto que, como siempre, se cerró festivamente con el «Cantina Band» de Williams, convertido ya en emblema distintivo de la FSO. Y una vez más, ningún compositor español estuvo representado en el programa (NOTA: en breve publicaremos una muy interesante entrevista al CEO de la FSO, que aporta más información sobre este tema).
Tras la consabida sesión fotográfica en el hall del Palacio de Congresos, a la que siempre se brinda gustoso y paciente el director y los voluntariosos disfrazados cuyo acto de presencia es consustancial a los conciertos de la FSO, la velada llegó a su fin, con un Constantino Martínez-Orts que se confesaba cansado, pero tanto como feliz y contento por el recibimiento del público, motivo por el cual volverán a repetir el programa en València el próximo 4 de febrero, aunque esta vez será en el reabierto Palau de la Música, en donde director y Orquesta popularizaron su singladura.
Artículo y fotos por Frederic Torres