JOHN WILLIAMS – Berlín 2021 – Resumen concierto (Sábado 16/10)
El sábado 16 de octubre de 2021 se celebró el último de los tres conciertos que ofreció la Berliner Philharmoniker bajo la batuta del maestro John Williams en Berlín, con un programa dedicado casi en exclusiva a su obra de cine. Un concierto que fue grabado para ser emitido en el portal digital de la orquesta, y que tuvo una de las ovaciones finales más grandes que jamás hayamos presenciado.
Anteriormente os dejamos un resumen del concierto del jueves 14 de la mano de Gorka Oteiza (leer más), y ahora os traemos un nuevo artículo, muy completo y detallado, de la mano de nuestro compañero y colaborador Coque Cano, en exclusiva para SoundTrackFest.
Concierto Sábado 16/10/2021 - TRAS LA CAÍDA DEL MURO
En ocasiones algo se convierte en mucho más de lo que en apariencia es. Sin duda, las dos apariciones (quien quiera ver connotaciones religiosas en esta frase, adelante) de John Williams en Europa antes y después de la pandemia, han sido algo más que simples conciertos.
Lo ocurrido en Viena fue histórico por dos motivos, aunque el segundo entiendo que para el propio maestro tuvo una significación especial. Primero, por cuanto hacía 22 años que los aficionados europeos no podíamos disfrutar de su presencia en estas latitudes. Personalmente asistí a su último concierto en el Barbican Center de Londres en 1998 con su querida London Symphony Orchestra y para nada pensé que hasta el 2020 eso sería todo. Y segundo, por cuanto fue en Viena donde la música de John Williams derribó un muro cultural que hasta entonces había alejado a la música de cine de las grandes orquestas y templos musicales del viejo continente.
Y el muro cayó en la capital de Austria y de la Música, con la Filarmónica de Viena y en el mítico Musikverein, no sin ciertas concesiones que se revelaron necesarias e incluso acertadas por el momento y el lugar en que se produjeron. Como es sabido, Williams grabó poco antes un fabuloso álbum titulado “Across the stars” con su estimada Anne-Sophie Mutter, una de las violinistas más prestigiosas del planeta, a la que une una gran amistad desde que estuvo casada con el director y compositor Andre Previn, quien fuera uno de los mejores amigos del maestro neoyorkino.
De esa colaboración surgió en gran parte lo que vivimos en Viena, donde casi la mitad del concierto fueron las piezas de su repertorio cinematográfico que había arreglado Williams para violín solista. Una concesión de puro agradecimiento por parte del compositor hacia la que considera una de las mejores orquestas del mundo, que pudo interpretar su música más popular, si bien parcialmente con un filtro de pedigrí musical más acorde con el escenario.
Curiosamente entonces sí pensé que esa era la despedida de un casi nonagenario John Williams, sobre todo por la situación socio-sanitaria mundial…y nuevamente me equivoqué. Berlín ha resultado ser la siguiente parada y ya está anunciada la tercera en la Scala de Milán. Tres de los grandes templos de la música en Europa en apenas tres años y con la sensación de que algo más queda por llegar. ¿Tal vez España?, al fin y al cabo, ya dijo al aceptar el premio Príncipe de Asturias que deseaba venir, y recordemos que recientemente otra de sus solistas de cabecera, la pianista Gloria Cheng, estrenó mundialmente su Scherzo para piano y orquesta en otro escenario mítico como el Palau de la Música Catalana de Barcelona, con Marc Timón al frente de la Orquesta Simfónica del Vallès (leer artículo especial). Crucemos dedos…
Y si Viena resultó histórico, Berlín no se ha quedado atrás y ha confirmado que la música de Williams ya no necesita derribar más muros y que camina por el Olimpo de la Música seduciendo con su magia, ya sin rodeos, de la antaño “impenetrable” Europa. Fue una fiesta sin artistas invitados (dicho sea, con toda la admiración hacia la Mutter, por cierto, presente en el concierto como una aficionada más), con un programa centrado en su obra cinematográfica en su formato más reconocible.
Pocas sorpresas, eso sí, más allá de la elegía para cello y orquesta, cuyo origen cabe encontrarlo en su partitura de “Seven Years in Tibet”, con el chelo solista a cargo de Bruno Delepelaire, los arreglos para sección de viento del tema dedicado a la Nimbus 2000 de “Harry Potter” o la elección del tema de Han Solo compuesto para la película de Ron Howard en la que Williams únicamente compuso este tema para el héroe (que casualmente carecía de tema propio a lo largo de la saga de “Star Wars”), recayendo el resto de la partitura en un entonadísimo John Powell.
Como curiosidad, su otra colaboración con Ron Howard (la magistral “Far and away”) también estuvo presente, y junto con el “Olympic Fanfare and theme” de los juegos de Los Angeles ‘84, resultaron las otras agradables sorpresas de la noche. El resto del programa y los bises lo conformaron un repertorio de “hits”, con varios de los temas más populares y representativos en la carrera de John Williams, recuperando para la ocasión a “Superman”, olvidada en Viena y también en el concierto que finalmente dirigió Dirk Brossé al frente de la LSO en 2018, ante la inesperada baja por enfermedad de John Williams.
En el apartado de ausencias destacadas estarían “Jaws” o “Schindler’s list”, esta última probablemente muy meditada por parte del maestro.
El concierto inició con la fanfarria olímpica de los juegos de Los Ángeles, la más representativa de las compuestas por Williams para diferentes ediciones de juegos olímpicos, tanto de verano como de invierno, todas ellas magníficas (la de los juegos de Atlanta titulada “Summon the heroes” tuve la fortuna de escucharla en Londres dos años después de su estreno).
En todo caso un inicio fastuoso y con un punto irónico, atendido que por los detractores de Williams (algunos provenientes de la mal llamada “música culta”) se ha tachado al compositor de “fanfarriero”. Toda una declaración de intenciones que además nos dejó claro desde la primera nota que la Berliner estaba “on fire”, entregada a la causa y demostrando por qué el maestro la considera la mejor orquesta del mundo (algo en lo que insistió en dos ocasiones).
Al finalizar este primer tema, el público en pie rompiendo en aplausos, algo que sucedió a lo largo del concierto tras todas y cada una de las piezas que se tocaron.
Acto seguido la, para muchos, su gran obra maestra: “Close encounters of the third kind”. Si en Viena fue la mejor a nivel interpretativo, la Filarmónica de Berlín no se quedó atrás y rivalizó en virtuosismo con su homónima vienesa, si bien al parecer mejoró bastante respecto de la interpretación de la pieza en los conciertos del jueves y viernes (yo asistí al del sábado, único de los tres que se grabó íntegramente y el que más que probablemente será editado). La orquesta llenó de matices la pieza, brillando especialmente en los pasajes atonales y en la resolución final.
La tercera pieza fue una impresionante suite de “Far and away”, precedida por la explicación más larga de la noche a cargo de John Williams. Es palpable el cariño que le tiene a esta deliciosa partitura, que puso a prueba el estado de gracia de la Berliner, dejando el que, para mí, fue uno de los momentos más radiantes de la velada. Aunque no recuerdo que el maestro dijera nada al respecto, sobrevoló un sentido homenaje a Paddy Moloney, líder de los Chieftains (mítica banda irlandesa con la que grabó esta banda sonora), quien falleció tan solo tres días antes, a los 83 años.
Dentro de esta primera parte del concierto tuvo cabida una amplia muestra de su trabajo para la saga “Harry Potter”, aunque fue una ocasión perdida de escuchar algo del prisionero de Azkaban, pues se centró en los archiconocidos “Tema de Hedwig” y la coda final “Harry’s wondrous world”, así como en el ya comentado arreglo para vientos del tema de la Nimbus 2000 (por cierto, muy interesante, con una dialéctica constante entre los diferentes instrumentos de esta sección), todos ellos presentes en el primer capítulo de la saga. Obviamente fue una fiesta potteriana, clásico moderno de indudable categoría musical.
Antes de la pausa llegó el turno para los dinosaurios de “Jurassic Park”, con la suite que ya forma parte de su inevitable repertorio concertístico. Simplemente perfecta, la pieza y la interpretación. Una inmejorable forma de llegar al descanso, muy merecido y necesario para el maestro, pues se le vio con más ganas que fuerzas, con un evidente bajón a nivel de movilidad con respecto a Viena. De veras encomiable su esfuerzo y entrega. Mereció todas y cada una de las ovaciones que el público le brindó en una noche para el recuerdo.
Tras departir con los numerosos amigos que nos encontramos allí (con muchos de los cuáles solo coincidimos en este tipo de eventos), fue el momento de volver al interior de la sala, y aprovecho para destacar la impresionante acústica y arquitectura del actual hogar de la Berliner Philarmoniker, inaugurado el 6 de enero de 2009 por Sir Simon Rattle. El marco perfecto para disfrutar de la magia Williamsiana.
La segunda parte del concierto abrió nuevamente a lo grande, con la añorada “Superman”, que parecía haber perdido su carácter de indispensable en los conciertos del maestro. Acostumbrados a la versión original de la London Symphony Orchestra, lo mejor que se puede decir es que la Berliner la mimetizó ofreciendo una sobresaliente interpretación de la marcha del héroe. Una obra maestra que podría dar para un concierto aparte, a la que esta vez Williams reservó un lugar destacado en el programa. Otro de los grandes momentos de la noche.
Y de un héroe a otro. Indiana Jones tuvo triple presencia en el concierto, con tres piezas que demuestran el magisterio del compositor en todos los registros que puede ofrecer la música de cine. Primero dirigió el chispeante “Scherzo for motorcycle and orchestra”, uno de los mejores temas de acción de su carrera (eso sí, con un punto irónico a modo de scherzo), que aquí sorprendió por la introducción de una serie de variaciones inéditas, que elevaron si cabe todavía más la calidad de la juguetona pieza, soberbiamente punteada por los músicos. Seguidamente la nueva versión de concierto del “Tema de Marion”, bellísimo, y una muestra perfecta de la insuperable vena romántica de John Williams. Y obviamente finalizó la parte dedicada a nuestro arqueólogo preferido con la imperecedera “Raiders march”, otra de las grandes agitadoras de un público extasiado ante el festín preparado por el maestro. Una elección impecable que habla por sí sola de la calidad que puede alcanzar la música de cine y su valor para ser interpretada con todos los honores por orquestas tan grandes como esta Filarmónica de Berlín.
Todavía con la excitación provocada por sus pentagramas más aventureros, Williams nos regaló una de las delicatesen que jalean de forma habitual una carrera que va mucho más allá de la pompa y circunstancia que se le atribuye. La elegía derivada de su partitura para la película de Jean Jaques Annaud “Seven Years in Tibet” es una obra que se emparenta fácilmente con otras obras maestras como “Schindler’s List” o “Memoirs of a geisha”. Para la ocasión, la interpretación del primer violonchelo solista de la Berliner Philarmoniker, Bruno Delepelaire, nada tuvo que envidiar a la ofrecida originalmente por el mediático Yo-Yo Ma. Una auténtica joya tocada con delicadeza por el joven músico parisino, a quien un Williams agradecido tributó un sentido homenaje bajando del atril para aplaudirle junto al resto del público y de la orquesta. Una muestra más de la profunda admiración y respeto del maestro hacia los músicos.
Y ya para finalizar con la parte oficial del programa, no podía faltar la presencia de la saga de sagas: Star Wars. Aquí sí que se salió un poco de la tangente al incluir el tema de Han, único que compuso para la película “Solo, a Star Wars story”, dedicada a los orígenes del personaje. Un tema dinámico que reforzó la sensación de que John Williams nos preparó un “concierto aventurero” en toda regla. Qué duda cabe de que es un gran tema, muy acorde con el resto de la saga, y escucharlo en directo no tuvo precio. Está claro que con su música se podrían hacer 20 conciertos diferentes y todos ellos serían un festival, pero no podemos más que alabar la inclusión de este sensacional de “The Adventures of Han”.
Al igual que con el apartado dedicado a Indy, con Star Wars programó tres piezas de distinto tono, siendo la segunda uno de los temas más nobles que ha compuesto, el dedicado al icónico Yoda para “The Empire Strikes Back”, que forma parte de la que probablemente sea la mejor partitura compuesta por Williams para el cine. Interludio emotivo antes de la gran coda final con el Elgariano “Throne room and end title” del primer Star Wars, que dejó a la platea con la misma cara de asombro y sensación de haber vivido algo indescriptible que tuvieron los millones de espectadores en el estreno de la película. No se me ocurre una mejor pieza para dar por concluido el programa de un concierto. Y nuevamente la interpretación derrochó fuerza y convicción en un tema para recordar.
Si hubiera acabado allí, el concierto habría logrado un sobresaliente sin pestañear, pero lo mejor estaba por llegar, y no solo hablo de los bises.
Pero centrándonos en ellos, era evidente que un concierto de John Williams no podía olvidarse de E.T., de modo que el primero de los dos bises que nos regaló fue el “Flying Theme” (obviamente un “Adventures On Earth” habría sido demasiado a esas alturas de concierto). Vamos a tirar de tópicos porque la ocasión lo merece: Williams y la Berliner hicieron volar a la audiencia, llegando a ese lugar donde habitan los sueños, provocando una catarsis de memoria colectiva y generacional que solo la música del maestro consigue. Público, compositor y orquesta fueron uno y la máquina de recuerdos pasados y generadora de futuros funcionó como un reloj.
Sin embargo, la matrícula de honor llegó con el segundo y último bis de la noche, la ya habitual e inevitable despedida musical en los recientes conciertos de John Williams: “The Imperial March”. Con el paso de los años la popularidad que ha adquirido esta pieza, que en realidad fue compuesta para el personaje de Darth Vader en la secuela del título fundacional, ha hecho que incluso sea tan conocida como el mismísimo tema central de la saga galáctica, de modo que gracias a su carga icónica y fuerte carácter marcial, se ha convertido en el colofón perfecto, en el gran y apoteósico final que todo el mundo espera y abraza con locura. Decir que no defraudó es quedarse corto y tanto da si Williams estaba ya exhausto porque los benditos músicos se lanzaron a por ella como si fuera la última obra que iban a tocar en su carrera.
La ovación fue atronadora, Williams conquistó Berlín y Berlín conquistó a Williams. La capital alemana, que algo sabe de muros caídos, demostró que de ese muro imaginario del que hablaba al inicio no quedaban ni los restos y que el John Williams más reconocible y popular no solo era bienvenido, sino que resulta imprescindible para entender una de las páginas más brillantes de la historia de la Música reciente.
Unos 10 minutos estuvo el maestro recibiendo los aplausos en el escenario y en justa correspondencia con el momento histórico vivido sucedió algo inaudito: fueron 20 minutos más tras su retirada a camerinos, los que el público permaneció en pie ovacionándole, agradeciéndole todo lo que su obra nos ha regalado, demostrándole que está a la altura de los grandes genios de la Música, que el cine ha sido el mejor vehículo para expresarse y que las llaves del Olimpo son suyas. Que se prepare La Scala en Milán.
Artículo por Coque Cano
Fotos por Pedro Prados y Gorka Oteiza
