FSO 2018-2019 Tour – John Williams – Concierto inaugural en Valencia
Seguimos publicando artículos que teníamos pendientes, y en esta ocasión le toca el turno al concierto de inauguración de la gira dedicada a las bandas sonoras de John Williams, que actualmente está llevando a cabo la Film Symphony Orchestra en España y Portugal durante 2018-2019 (ver noticia).
Dicho concierto de inauguración se celebró en el Palau de la Música de Valencia, y Frederic Torres, que acudió al mismo y nos dejó en su momento un estupendo micro-resumen del concierto con fotos (ver noticia), nos ofrece este extenso artículo con información detallada del concierto, y de lo que se puede esperar de la gira.
EL PROGRAMA
CONCIERTO JOHN WILLIAMS, PROGRAMA I, 22-09-18, PALAU DE LA MÚSICA DE VALÈNCIA
Arrancó la noche del pasado sábado, día 22 de septiembre, la nueva gira de la FSO bajo la batuta de su habitual director Constantino Martínez-Orts, con la primera parte de un programa íntegramente dedicado a John Williams, que tendrá continuidad en 2019 con un segundo programa, también dedicado al archiconocido compositor norteamericano.
Y lo hizo con el cartel de butacas agotadas, con un Palau de la Música lleno a reventar y con muchas expectativas ante lo que se presenta como “el año Williams”, con sendos conciertos que el avanzado octogenario artista dirigirá en Londres y Viena, en los meses de octubre y noviembre, en una inusual visita a Europa del compositor, después de haber transcurrido más de veinte años desde su último concierto.
Así pues, con la parafernalia habitual previa al inicio del concierto, en la que un gran número de asistentes aprovechó para fotografiarse frente al panel del anuncio de la gira con los habituales y voluntariosos extras disfrazados de los principales y emblemáticos personajes de la más representativa de sus composiciones, La guerra de las galaxias (más conocida en la actualidad como Star wars), y con el tenderete dispuesto para vender merchandising, además de las ediciones discográficas de las giras anteriores de la FSO, el público fue ocupando ansiosamente sus butacas para asistir al comienzo del espectáculo. Y eso es precisamente lo que Martínez-Orts tenía preparado, para bien y para mal.
Después de las correspondientes afinaciones de la orquesta, en la que la multitudinaria asistencia se percató de la niebla artificial que generaban un par de aparatos dispuestos a ambos laterales del escenario (y que no pararon de empañar el paisaje durante las dos horas largas de generosa duración del concierto), apareció el director-artífice de la FSO, quien ataviado con su ya característica sotana estilo Neo (protagonista de Matrix) de inmediato se lanzó, a modo de introducción, a valorar la importancia de la figura de John Williams en el panorama de la música cinematográfica y la cultura estadounidense.
Para ello, escogió como pieza de apertura del concierto la obertura, “Summon the heroes”, que el compositor convirtió en el lema musical de las Olimpiadas de Atlanta, celebradas en 1996, ubicando a la mayor parte del metal protagonista en la parte superior del coro, entre el público, al objeto de conseguir un mayor impacto musical.
Sin embargo, el impacto surgió de inmediato apabullando al público cuando se puso en marcha el juego de luces y láseres que estaba dispuesto sobre el escenario y que en gran parte robó protagonismo incluso a la misma orquesta.
Coreografiando minuciosamente los ritmos de los temas con los flashes de las luces y los láseres de diferentes colores, esta idea que tan de moda se ha puesto últimamente (en Londres ya habían empleado el sistema, culminándolo con un final provisto incluso de fuegos artificiales) fue la aportación escénica más relevante, en una noche en la que los miembros de la orquesta estrenaban vestuario de la mano del modisto Jaime Suay, ex concursante del programa televisivo Maestros de la costura, quien manifestaba en el mismo telediario de La 1 del mediodía de ese mismo sábado, que había intentado dotar de dinamismo su trabajo, proveyendo de lentejuelas los trajes para que resaltaran a los miembros de la formación entre el juego de luces previsto.
Conociendo Martínez-Orts tras unos cuantos años de gira, que el público asistente a sus conciertos no es el habitual de las salas de concierto, y que está compuesto por un público familiar en el que abundan los niños, el espectacular sistema lumínico causó el asombro de la mayor parte del auditorio, que vibró con la combinación de música y color.
Aunque cabe reconocer que daba cierto juego para algunos de los temas y suites como el último episodio de Star Wars, Los últimos Jedi; Parque Jurásico: El mundo perdido; Harry Potter y la piedra filosofal; el scherzo para cuerda de Indiana Jones y la última cruzada; la marcha de 1941; la fanfarria de Superman y la archiconocida obertura de la seminal La guerra de las galaxias, sin embargo, se daba de bruces con otros tantos en los que incluso conceptualmente resultaba contradictorio, como La ladrona de libros, La lista de Schindler, Lincoln, Nacido el 4 de julio e incluso el western Los cowboys, que se hacían realmente difíciles de digerir emocional y estéticamente con todas esas luces y láseres pululando por las paredes y el techo del Palau, a pesar que durante su exposición menguara un tanto el colorido.
Precisamente ahí puede que resida el quid de la cuestión de la concepción un tanto televisiva de este espectáculo (que incluye, además, un sorteo para visitar Hollywood para dos personas), en saber administrar con cierta contención y mesura ese despliegue audiovisual, de no querer renunciar totalmente al mismo, para que el aficionado pueda disfrutar con más atención de la interpretación.
Una interpretación de los temas por parte de una orquesta que suena cada vez mejor, en la que se nota el trabajo de los ensayos y el rodaje de los años pasados, con una correcta ejecución en temas nada fáciles como el de la citada partitura para Nacido el cuatro de julio, por ejemplo, desarrollada con un más que correcto solo de trompeta y una interesante exposición de las cuerdas; o el de Atrápame si puedes, provista de un vistoso solo de saxo y la participación de los miembros de la orquesta chasqueando los dedos.
Muy interesante resultó también la inclusión de temas poco habituales en conciertos dedicados a Williams, como el tema principal de la apertura de los telediarios de la NBC, titulado “The mission”, un tema dinámico que remite inmediatamente a la actualidad informativa; la suite dedicada a una partitura tan oscura como la de Lincoln, provista de ribetes nacionalistas, al igual que Nacido el 4 de julio, o el bloque orquestal que recoge los cinco primeros minutos de Mi amigo el gigante, una impresionista y poco conocida partitura compuesta para uno de los films de Spielberg que peor recepción del público ha obtenido.
Todo esto es algo muy de agradecer dentro de lo que es la confección de un programa dedicado al maestro norteamericano, en el que a priori el aficionado siempre acaba resignado a la escucha de las mismas oberturas (La guerra de las galaxias, Parque Jurásico, E.T. El extraterrestre, etc.), y en el que riesgo no suele ser el factor predominante.
Por fortuna, no ha sido el caso de la selección de Martínez-Orts, demiurgo absoluto de la función, al que cabe reconocer que ha sabido combinar el programa, además de introducirlo y contextualizarlo personalmente antes de la ejecución de cada título (algo que, tal vez, también cabría replantearse a pesar de los propósitos pedagógicos implícitos, puesto que alarga en demasía la duración de la función) y que piensa seguir esta línea en la segunda parte de la confección del segundo especial dedicado a Williams, previsto en 2019.
Los inevitables bises, saldados con una “Marcha Imperial” ejecutada a oscuras y con los arcos de las cuerdas iluminados a modo de espadas láser, y la jazzística melodía de la “Cantina band”, con los músicos de pie literalmente bailando a su aire, alcanzaron el paroxismo de un público entregado.
Una lástima que parte de ese público, el más melómano, acostumbrado a visitar con asiduidad las salas de concierto, se quedara, como quien suscribe el texto, “fuera” de la mayor parte del concierto debido a esos lisérgicos efectos de luz, color y niebla artificial que restaron protagonismo a la trabajada ejecución de un programa realmente interesante, convertido por sí mismo en todo un espectáculo y al que poca falta le hacen todos estos artificios.
Pero son las reglas del “show business”, y cada uno gestiona legítimamente sus intereses como cree conveniente, por supuesto. No obstante, se recomienda asistir provisto de unas buenas gafas de sol. Y el que avisa no es traidor.
Artículo escrito por Frederic Torres