Concierto ‘De Película!’ – 130 Aniversario Teatro Arriaga (Bilbao) – Resumen y fotos
El jueves 21 de noviembre de 2019, la Bilbao Orkestra Sinfonikoa (BOS) dirigida por Rubén Gimeno, celebró el 130 aniversario del Teatro Arriaga en Bilbao, con un concierto de música de cine presentado por los actores de doblaje Jordi Brau y Lluis Posada (ver noticia).
Asier G. Senarriaga, colaborador habitual de SoundTrackFest, acudió al concierto y nos deja este artículo-resumen.
EL PROGRAMA
De Película, Concierto 130 Aniversario, ¡Felicidades Teatro Arriaga!
Para cualquier bilbaíno la sola mención de las palabras Teatro Arriaga, juntas o separadas, pero aún más si estas caminan de la mano, suponen recuerdos emotivos, sonrisas e imborrables experiencias. Durante todo el Siglo XX ha atraído a los mejores talentos del mundo, de la interpretación, bel canto o dirección sinfónica, de la composición o de la dramaturgia, desde David Mamet y la inolvidable Glengarry Glenn Ross a John Malkovich, Lalo Schifrin o Ennio Morricone, dos titanes del cine, pasando por Kepa Junkera, docenas de ediciones del Zinebi o del Fant. Hasta, quizá, lo más importante, sobrevivir al tiempo, a una riada histórica, a cambios políticos, a épocas duras, para lograr en cientos de miles de personas a lo largo de estas maravillosas trece décadas, dedicadas a las Artes en mayúsculas, despertar el amor por el Teatro, por la Música, por el Cine, por la interpretación, y en definitiva por la magia.
Para conmemorar tan magno aniversario, el pasado 21 de noviembre de 2019, se celebró un concierto diferente, una experiencia original por inhabitual, divertida y llena de amor por estas Artes arriba citadas, a las que se sumaría una más, el doblaje. Con la presencia de los míticos actores Jordi Brau, doblador habitual de entre otros muchos, Sean Penn, Nicolas Cage, Kenneth Branagh, Dennis Quaid, Robin Williams, Tom Cruise, Daniel Day-Lewis o Tom Hanks, o incluso Chucky, el muñeco diabólico, y Lluis Posada, con décadas siendo la voz en España de Johnny Depp, Jim Carrey, Adrien Brody, John Cusack o Leonardo Di Caprio, como excelentes ejemplos de su excelente currículum, se iba a llevar a cabo un viaje a las sensaciones que el cine nos evoca e inspira, para fascinarnos con una selección de partituras de leyenda, acompañada por la sensacional labor de Rubén Gimeno en la dirección de la magnífica BOS (Bilbao Orkestra Sinfonikoa).
La velada daría comienzo con una divertida presentación del rango de matices, voces y variaciones tonales de las gargantas de estos dos virtuosos del doblaje, saltando de Mrs. Doubtfire a Jack Sparrow, de Adrian Cronauer a La Máscara, de Frank Abagnale Jr. a Jack Dawson embarcando en el Titanic, de Ethan Hunt a Gump, Forrest Gump. Y para empezar llevando la emoción más genuina y suntuosa a nuestros lacrimales, una solemne rendición al eterno “What a Wonderful World” de Bob Thiele y George David Weiss, y que Louis Armstrong convirtió en inmortal, derritió a la platea, ya entregada a la causa con fervor.
El vals macabro que Joe Renzetti compusiera para el Muñeco Diabólico en su primera entrega en los años ochenta, dio pie a que una juguetona sección de cuerdas de la orquesta se conjuntara con la invocación del conjuro que traería a Chucky a la vida, con un Jordi Brau transformado y terrorífico. Sería la primera ovación de la noche, a pesar de que el lucimiento del actor, muy amplificado, tapara quizá en exceso a la orquesta y los arabescos de la pieza.
Y el desparrame empezó con la llegada “¡¡¡Chiiiisssspeeeante!!!” de La Máscara a escena, con el pimpante “Hey, Pachuco” que trajo el jazz zumbón y las sonrisas a la entregada audiencia, mientras Lluis Posada jugaba con los registros vocales con talento inaudito.
Pero tras la diversión, la seriedad tomó el escenario para recordar el Segundo Movimiento de la Sinfonía N.º 7 de Ludwig Van Beethoven durante la escena culminante del clásico moderno, El Discurso del Rey, y tan insigne reconstrucción transformó a nuestros dos actores en Jorge VI y Eduardo VIII de Inglaterra en este momento crucial e icónico de la historia británica. La interpretación, fascinante de Brau hizo que reviviéramos la de Colin Firth al detalle, haciendo partícipes a todos de la brillantez actoral que requiere convertirse en una leyenda del doblaje, por si alguien tuviera alguna duda. Brau estuvo sinceramente, apoteósico.
Y de emoción en emoción viajamos al Titanic, con Jack Dawson a través de un entregado Posada gritando su épico “Soy El Rey del Mundoooo!!!” y la magistral partitura de un James Horner siempre maravilloso, humedecía nuestras mejillas mientras el “insumergible” partía de puerto, chocaba con el iceberg, o se partía en dos mitades, consiguiendo que nuestra respiración temblara cuando Jack se despedía de Rose en un mar helado, diciéndole que siempre estaría con ella, que jamás, jamás, se rindiera.
Aún nos estábamos secando el lagrimeo cuando la voz indignada y recia de Ron Kovic dominó la escena y las majestuosas notas de John Williams nos llevaban a un viaje sinfónico, desde la inocencia de América y sus jóvenes reclutas en Vietnam, a la desesperanza y amargura del regreso, y al drama del olvido, en Nacido el 4 de julio, para lleno de dignidad elegíaca, mostrarnos una parte trágica de la historia, local de USA, y universal, de las consecuencias terribles en el ser humano, de todas y cada una de las guerras.
Sin embargo, no todo iba a ser drama y belleza trágica, pues en manos de Ethan Hunt, Brau nos mostró el plan para recuperar las partituras del concierto de la Cámara Acorazada del Arriaga, para ello, su misión, si decide aceptarla, será infiltrarse en una habitación con alarma sónica al contacto pasando por un escáner de retina de único acceso, y con un código inaccesible, que no tendremos. No iba a tratarse de una tarea fácil, sino de una misión, imposible. El magnificente tema de acción de Lalo Schifrin estallaba con toda la orquesta a plena potencia, para desgranar la magia cinematográfica pura del sentido de la maravilla de un clásico imperecedero, cuerdas fastuosas, piano percutante, batería y percusión, vientos y metales dándolo todo, y atronadora ovación para concluir la primera parte del concierto. Misión cumplida, Mr. Hunt.
Y regresábamos a nuestros asientos tras el descanso para sumergirnos de inmediato en el Siglo XIX y descubrir al Barbero de Sevilla, en una inenarrable Aria de Fígaro, a la voz, no muy de tenor precisamente, pese a su entrega, de un Jordi Brau, que derrochó diversión a pesar de no alcanzar todas las notas, y lo más importante, divirtió a la platea con su comicidad innata, antes de embarcarse en un Atrápame si Puedes entre Tom Hanks y Leonardo Di Caprio, junto a Posada, para entregarnos a una pimpante revisitación temática de la obra maestra de John Williams, mientras al ritmo de jazz y de exquisita melodía, Frank Abagnale Jr. imploraba al FBI, que estas Navidades, dejaran de perseguirle.
La emotividad de la preciosa “Buon Giorno, Princippessa” de la sensacional La Vida es Bella de Nicola Piovani, le dio la oportunidad a Brau de nuevo a transformarse en Roberto Benigni mezclando en los espectadores la carne de gallina y las carcajadas, para mientras las cuerdas nos llevaban del drama a la comedia, recordarnos lo que hace falta para ser un buen italiano, de “pura cepa”. La BOS alcanzó cotas de sensibilidad exquisitas en esta pieza, bravo por su interpretación y una pautada dirección de un Rubén Gimeno sensacional, que por mor y gracia del “doblaje”, como no, fue poseído por Chucky (moviendo los labios mientras Brau le doblaba) y dirigió su siguiente pieza un tanto “diabólicamente”.
¿Un concierto de música de cine sin una de las piezas más utilizadas en concierto en los últimos quince años?, no, no es posible. Efectivamente, aquí tuvimos en escena, Piratas del Caribe, en esta ocasión, su primera entrega, La Maldición de la Perla Negra, y curiosamente, dedicando más tiempo a los temas melódicos, que a los bombásticos, también presentes. Esto resultó fresco y absolutamente vibrante, especialmente en la pieza “Moonlight Serenade” antes de que Posada se transformara en Sparrow, perdón, Capitán, Jack Sparrow, como se encargaba de recalcar, haciéndonos partícipes de su amor por La Perla, las mujeres, la piratería, las mujeres, el oro, ¿ya dije las mujeres?.
Glorioso sinfonismo y la platea rendida antes del fin de fiesta que supondría la entrada de una pluma volando, mecida por las notas al piano de Alan Silvestri, fascinante repaso a la cultura americana de los últimas sesenta años, pasando de la percusión y sinfonismo arrebatador de Vietnam, a su declaración a Jenny, hasta su carrera recorriendo el País, mientras la orquesta acelera nuestros corazones, y volvemos a sentir recordando la voz del mítico personaje, que la vida es como una caja de bombones, aunque esta vez sí supimos lo que nos iba a tocar, un espléndido concierto de música de cine, con una irreprochable orquesta envidia del gremio, una gran dirección, y unos talentos inabarcables e irrepetibles, como los de Jordi Brau y Lluis Posada, ante los que cualquier aficionado al cine debe sentirse en deuda, por toda la magia desplegada a lo largo de los años en nuestro país.
Y como decía La Máscara, y ya que este fue el bis elegido para despedir la velada, cuando recuerden dentro de muchos años este concierto, recuerden las trompetas entrando, la batería vibrando, el piano y las cuerdas en perfecta singular polifonía, y dejen llevarse por el ritmo, gritando a pleno pulmón, contagiando su alegría al resto del mundo,
“Hey, Pachuco!!!”.
Artículo y fotos por Asier G. Senarriaga
