FSO 2019-2020 Tour – La Mejor Música de Cine en Concierto – Valencia

El viernes 22 de noviembre de 2019, la Film Symphony Orchestra (FSO) dirigida por Constantino Martínez-Orts, pasó por el Palacio de Congresos de Valencia, dentro de su gira 2019-2020 titulada ‘La Mejor Música de Cine en Concierto’ (ver más detalles).

 

Frederic Torres, colaborador habitual de SoundTrackFest, acudió al concierto y nos deja este artículo-resumen.

 

EL PROGRAMA

 

NUEVA GIRA-POPURRÍ DE LA FSO - Apto para todos los públicos

Finalizadas las dos giras que la FSO y su indiscutible líder, Constantino Martínez-Orts, han dedicado a John Williams durante la temporada pasada, había cierta expectación por saber los derroteros que iba a tomar la formación en el inmediato futuro, pues se especulaba si esa especificidad autoral williamsiana podía significar un punto y aparte en la trayectoria de la formación, en el sentido de apoyarse en programas mucho más consistentes, bien autorales o temáticos.

 

Nada más presentar su nuevo programa, quedaron despejadas las dudas, al volver al anterior formato del popurrí conformado por grandes éxitos taquilleros del cine actual (Interestellar, Jurassic World; Solo: Una aventura de Star Wars; Los Vengadores: Endgame), con algunos temas más o menos clásicos (Abismos de pasión; El bueno, el feo, y el malo), y otros recuperados de la educación sentimental y personal del propio Martínez-Orts, para quien su década dorada de la juventud transcurrió durante los ochenta (ampliamente representados por El secreto de la pirámide, la serie televisiva Norte y Sur, Willow y Regreso al futuro).

 

Es decir, un programa sin novedades especiales que reseñar y sin mayor criterio que el personal del director y sus particulares gustos (de los que parece estar ausente un maestro como Goldsmith) que tan pronto combina un trabajo televisivo de Conti con un órdago zimmeriano (órgano eléctrico incluido), un bonito vals parisino (el de Amélie, con Ignacio Herrero, el solista del acordeón, ataviado comme il faut, boina roja incluida), y una bella canción williamsiana “Para siempre” (“For always”), interpretada por Paloma Friedhoff, quien también destacó en la canónica “El éxtasis del oro” de Morricone. Es decir, que “igual vale un roto que un descosido”.

 

La gira, que debió comenzar en València en septiembre, tuvo que aplazarse forzosamente debido a las obras estructurales llevadas a cabo en el Palau de la Música de la ciudad del Turia, el reciento habitual de los conciertos de abono de la temporada, consecuencia del repentino hundimiento del techo de una de sus salas (que afortunadamente tuvo lugar durante la noche, con el recinto vacío), y por este motivo recaló en Madrid a finales de aquel mes.

 

Pero consciente el director del éxito de su proyecto en su tierra natal, al final ha sido el Palacio de Congresos el lugar escogido para presentarlo en València, en el que repetirá en enero, emplazamiento a todas luces inadecuado para la normal ejecución de un concierto sinfónico dada su mediocre acústica, así como la falta de cuidado y tacto del personal de apoyo (las azafatas entraban y salían a su antojo durante la ejecución de los temas, dejando que las puertas se cerraran sonoramente). Algo que tampoco pareció molestar demasiado a un público “general” que tan pronto se levantaba a mitad de la interpretación de una pieza, como se dedicaba no ya a grabar, filmar o fotografiar los vistosos (y molestos) juegos de luces que acompañan desde el año pasado a la FSO, sino también a whatsappear en directo, sin ningún tipo de escrúpulo hacia el resto de asistentes. Lo que ofrece ciertos indicios del tipo de público que responde a la propuesta de Martínez-Orts, pues más que un concierto, este tipo de acontecimientos cabría tildarlos más de espectáculos o shows de entretenimiento, ya que el público acude, más que a escuchar música, a divertirse como si de un circo o una discoteca se tratara.

 

Tanto monta, monta tanto

En este sentido, las “pedagógicas” explicaciones de Martínez-Orts a todas y cada una de las obras ejecutadas (que generalmente se apoyan en la numeración de la consecución o no de las nominaciones u obtenciones de la estatuilla dorada hollywoodiense) resultaban en ocasiones un tanto jocosas cuando no hilarantes, como cuando por ejemplo, antes de interpretar la Obertura de Willow, explicó al personal las semejanzas del tema principal compuesto por el malogrado James Horner con respecto a la 3ª Sinfonía de Robert Schumann, algo que probablemente se la traía al pairo a los allí presentes, quienes seguramente por su actitud (se podían observar automasajes de extremidades varias entre los asistentes, sobresaliendo el de las muñecas), no sean aquello que pueda definirse como un público habituado a salas de concierto y, por tanto, ni siquiera conocieran la obra del compositor alemán.

 

Igualmente resultó un tanto sonrojante la exposición sobre las bondades “neo-minimalistas, plenas de texturas oscuras”, que según el director, esta vez con razón, caracterizan Ia maestra partitura de Inteligencia Artificial, de Williams, para acto seguido tranquilizar al respetable espetándoles que estuvieran tranquilos, que no iba a tocar nada de eso, sino la bonita canción “Para siempre”.

 

Es precisamente esa indefinición del público lo que permite elaborar a Martínez-Orts estos programas de “todo a cien”, puesto que el responsable de la formación sabe que el público va a aceptar igual de bien Jurassic world, que Jurassic Park, el vals de Amélie que un vals de Doctor Zhivago, la marcha de Superman, que la de Indiana Jones o la del puente Kwai. El batiburrillo está servido y no hay ningún problema en tocar el hermoso y cosmaniano tema central a piano (en manos del solista Bauti Cármena) de El discurso del rey, de Desplat, para pasar a continuación a tocar a bombo y platillo, la citada obertura horneriana. Tanto da.

 

Regreso al pasado

Y no es que se proponga o prefiera desde esta columna un proyecto de características elitistas, sino más bien el de una educación musical con la que cimentar planteamientos estables de futuro, más allá del “Summer Campus Party” que Martínez-Orts ofrece para los más pequeños de la casa en el periodo estival, en donde las referencias serán, a buen seguro, obras williamsianas y otras de su misma escuela relacionadas con el mundo de la magia, la fantasía y la ciencia-ficción, y en donde ni por asomo se mencionarán apellidos como los de Iglesias, Baños, Velázquez, Gaigne, Valent, Bataller, etc., etc.

 

Es posible que no sea ese el objetivo inmediato de la FSO y sus responsables (seguramente se esgrimirán cuestiones comerciales), pero cuando uno ha asistido a conciertos temáticos y autorales de todo tipo y condición con llenazos enormes, sucesiva y consecutivamente (en muchos y muy diferentes lugares de la península y sus ínsulas) durante años (incluso décadas), no puede dejar de pensar que este planteamiento de la FSO puede significar pan para hoy y hambre para mañana, como se suele decir, dada la poca evolución programática propuesta y la deriva hacia el más puro entretenimiento (entendido este desde la lentejuela del blockbuster norteamericano de turno, sorteo a Hollywood incluido), dejando de lado por completo el inmenso talento del terreno, en extraña contradicción con la condición patria de los intérpretes y los brillantes solistas de la formación orquestal, que de aplicarse a sí mismos su propio modus operandi, deberían ser considerados por definición como muy inferiores al resto de formaciones europeas e internacionales, por el simple hecho de no ser igual de “universales” que su propio programa. Algo que ellos mismos desmienten con su empeño y paulatina progresión.

 

Artículo y fotos por Frederic Torres